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lunes, 14 de diciembre de 2015

LAICISMO PARA ESPAÑA. EL DÍA DESPUÉS

   
Como ya expuse en el artículo anterior sobre este tema, para declarar una “España Laica” es necesario cambiar la Constitución, que define el estado español como un “estado aconfesional” en colaboración con las distintas religiones de su población, y, en particular, con la Iglesia Católica. En la actualidad, el estado es colaborador pero se declara neutral ante las diferentes opciones religiosas de su población. Pues bien, el laicismo, en tanto que supone una supresión de lo religioso en el ámbito público, no deja de ser una opción religiosa del estado, la que siente todo lo religioso como ajeno; no es una opción en positivo (como sería elegir como propia una confesión religiosa determinada) pero es una opción en negativo; es, en verdad, una opción hostil contra la religión. ¿Y qué necesidad tiene el estado de adoptar una declaración en contra de las confesiones religiosas? Realmente, ninguna. Es tanto como declararle su hostilidad y su supresión de la vida pública a la organización más benefactora de todo el país, a la que supone en la práctica la mayor ONG de España (en cuanto al beneficio social que provoca, que no en su ser misma, pues no es una ONG). Resulta engañoso por parte de quienes defienden esta posición presentarla como una neutralidad del estado, puesto que la neutralidad es el modelo aconfesional que reza nuestra Constitución en vigor; el laicismo es una opción que rompe la neutralidad puesto que lo que hace es situarse en contra del hecho religioso.

   El día después de este nuevo modelo de estado tendría consecuencias inmediatas. Por ejemplo, la supresión de los capellanes de todos los hospitales públicos, de todas las cárceles, de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, del Ejército y las academias militares. Todos ellos se quedarían sin asistencia religiosa inmediatamente. Por supuesto, la salida de la religión del sistema de enseñanza sería otro de los primeros efectos. El estado podría seguir concertando la enseñanza con colegios laicos, pero acabaría con las concertaciones con colegios de ideario religioso, lo cual va en contra de la libertad de enseñanza y la libre elección de la educación por parte de los padres. El estado podría seguir colaborando con cualquier ONG pero no con Cáritas, con Federico Ozanám, Proyecto Hombre o con cualquiera que le mueva una motivación religiosa. ¿No es eso discriminación? A buen seguro que la población española no desea eso. Los ayuntamientos no podrán colaborar con comedores sociales, albergues de transeúntes ni con cualquier centro de atención social de los que tiene abiertos la Iglesia, precisamente por la motivación religiosa. En la prácitca, el estado no se quitaría de encima solo la religión, sino también a los pobres; los dejaría en nuestras manos y no colaboraría en tarea asistencial alguna si la organizaba o la motivaban las creencias religiosas de los fieles. Las creencias religiosas se convertirían en un estigma que impediría un trato entre iguales con respecto a quien no las tuviera.

   Otro aspecto que se vería tocado es el que se refiere al mantenimiento de los edificios artísticos de titularidad eclesiástica. Hasta ahora, las Administraciones colaboran con la Iglesia Católica para mantener en buen estado no pocas iglesias y catedrales. Dado el gran número de templos, la Iglesia Católica no podría sostenerlos todos con sus solos recursos. Cuando un edificio de interés artístico corriera riesgos, podría ser expropiado y nacionalizado para intervenir en él o dejarlo caer. Desde luego, y sobre todo en el ámbito rural, se perderían muchas iglesias, ermitas y santuarios. El patrimonio heredado de nuestros padres se vería desprotegido; a no ser que la Iglesia dejara de atender a la sociedad para dedicar sus recursos a la mejora de sus templos, cosa que no va a ocurrir porque sería tanto como abandonar la misión para la que existe. Edificios como la catedral de Córdoba o la de Jaca podrían ser arrebatados a la Iglesia al estilo Mendizábal. Los de “Podemos” ya se han interesado por hacerse con la titularidad pública de la seo jacetana, mientras que la Junta andaluza del PSOE ya intentó arrebatar la propiedad de la catedral cordobesa y los tribunales lo impidieron. Con una declaración de una España laica, podrían no solo hacerse con la titularidad pública sino, incluso, suprimir el culto y convertirlas en edificios civiles.

   Apelando a la aconfesionalidad del estado, hemos asistido en los últimos años a la retirada de los crucifijos de las escuelas públicas, de los hospitales, de los juzgados, de los salones de plenos en los ayuntamientos y en muchos otros lugares. Se ha hecho retirar la imagen de la Virgen del Pilar en los cuarteles de la Guardia Civil y otras imágenes de sitios públicos donde se encontraban los santos de devoción o los patronos. La ministra de Defensa Carmen Chacón intentó prohibir que los miembros de fuerzas y cuerpos de Seguridad del estado acompañaran, escoltaran o portaran imágenes o pasos en las procesiones de Semana Santa. No lo logró. Es más, todavía salen y entran en los templos a los acordes del Himno Nacional. Incluso, en muchos lugares donde no había tradición de este gesto de honor, lo han adoptado recientemente.


   Una declaración solemne de España como un estado laico se iría desarrollando con leyes y reglamentos llenos de prohibiciones ¿para cambiar nuestras costumbres, nuestras tradiciones?, ¿para cambiar lo que somos? Un país que respete los derechos de todos los ciudadanos no puede llenarse de prohibiciones. A la mayoría de los españoles no nos gustaría vivir bajo esa presión. Ya digo que lo han intentado en el pasado y que no lo han conseguido. No malgasten fuerzas ahora en calzarnos a la fuerza lo que no es más que la imposición de una ideología. Reconozcan lo que somos, lo que nos configura y dejen tranquilas nuestras libertades, que para eso son libertades. Dejen la declaración constitucional tal y como está y no quieran meter mal donde no es ni justo ni necesario.     

sábado, 28 de noviembre de 2015

EL LAICISMO VA CONTRA LA LIBERTAD, LA JUSTICIA Y LA DIGNIDAD

   Aunque con la actualidad marcada también por otros acontecimientos, sin embargo, España se dispone ya a enfilar su quinto proceso electoral dentro de este año; esta vez, y como colofón final, se trata de elecciones generales de las que saldrá el próximo Parlamento que encargará la tarea de Gobierno a un nuevo Ejecutivo. Todos los partidos se afanan en su campaña, en dar a conocer sus propuestas, en criticar a los adversarios, en mostrar su lado más humano en los medios de comunicación, en contrastar sus posturas en los debates y, en algunos casos, en ocultar sus verdaderas intenciones, pero todo forma parte del juego y de la estrategia política para intentar atraer más votos. El panorama se vislumbra abierto; el nacionalismo va a reducir notablemente su presencia y el bipartidismo va a dar paso a partidos emergentes hasta ahora ausentes en Las Cortes Generales. A priori, se ven necesarios los pactos para poder formar Gobierno y no se puede dar por hecho que pueda hacerlo la lista que vaya a ser la más votada, aunque, naturalmente, todo esto es adelantar acontecimientos y todo está por ver. Según los sondeos y los análisis previos, los indecisos se habrían reducido a la mitad en las últimas semanas aunque todavía suponen el 20% de la gente que piensa ir a votar. Podría parecer decisivo, pero podría también no serlo puesto que es posible que se fraccione entre los cuatro principales partidos o que, incluso, se pueda perder en otras siglas menos significativas que no vayan a alterar el resultado de las formaciones con opciones de protagonizar una sesión de investidura tras los comicios.

   Toda la izquierda -también la moderada- enarbola en sus programas el laicismo como un valor para nuestro país. La Constitución vigente, de 1978, define el estado español como un "estado aconfesional" que colabora con las distintas religiones del país y, en particular, con la Iglesia Católica. Claro, si se quiere aplicar la doctrina laicista, habría que cambiar primero esa definición en la Constitución. El laicismo supone, en la práctica, cortar todo tipo de colaboración con las confesiones religiosas, incluso sacarlas por completo de la vida pública y reducirlas al ámbito de lo privado. Pero ¿respondería eso acaso a la realidad española? Adelantar que esto no es La France. Independientemente de que practique mucho, poco o nada, la población en España se declara católica en más de un 80%. Siete de cada diez votantes de la opción socialdemócrata dice ser también católico. En España, hay un sentimiento religioso muy importante, en nuestras raíces y en nuestra idiosincrasia. Todos los pueblos tienen sus patronos, sus ermitas, sus vírgenes. En las grandes ciudades también. En muchas ocasiones, se da un sentimiento de identidad entre una ciudad y su Virgen o su patrono que es indisociable del sentir de sus gentes. Los municipios les dedican sus fiestas patronales. En nuestras calles se celebran abundantes desfiles procesionales, algunos de ellos cuentan con un reconocimiento turístico nacional e internacional. Las romerías son otras manifestaciones multitudinarias del sentir de la gente en torno a Dios, a la Virgen o a los santos. La inmensa mayoría de los neonatos son bautizados cuando son bebés. Y otro dato curioso: donde más gente se congrega en España es los estadios de fútbol; y, sin embargo, la cifra total de espectadores es superada por la que nos da la gente que ha ido a misa cada domingo. Por tanto, adonde más acude la gente en España es a la misa dominical. ¿Por qué luchar contra esta realidad? ¿Es que a alguien le cuesta asumirla? Es la España de las libertades la que ha optado por esto, no viene impuesto por nadie. ¿Por qué ir, entonces, contra el sentimiento mayoritario del pueblo español? "Para que cambie" puede decir alguno, pero... ¿para qué?

   La fórmula actual que recoge la Constitución en vigor es respetuosa y colaboradora. La que se quiere introducir es beligerante con el hecho religioso. ¿Por qué cambiar de reconocer, valorar y colaborar con las religiones y pasar a contrarrestarlas, a combatirlas, a sacarlas del ámbito público? Esto nos suena a cuento ya sabido y es que en España ya ha habido otras épocas en las que se ha mostrado beligerancia oficial con la religión, con el cristianismo en particular. El resultado ha sido siempre el mismo: que no lo han conseguido parar. Lo han podido reprimir, pero no lo han logrado detener. Como diría Gamaliel, "aquello que proviene de Dios no puede morir". ¿Por qué ahora, pues, resucitar esos fantasmas del pasado? Si el problema está, por ejemplo, en la violencia que proviene de algunos que profesan el Islam, pues que vigilen o persigan esa forma de Islam, pero que no se use como pretexto para ir contra otros o contra todos. El cristianismo, la Iglesia Católica, ¿tiene un efecto pernicioso en nuestra sociedad, en nuestro sistema de valores o de libertades, es un peligro para la población, se comporta con irresponsabilidad o conviene, por el bien común, extirparla de nuestro ordenamiento? Todo lo contrario. La Iglesia en España se autofinancia en un 75%. El 25% restante le llega, con la colaboración de la Administración pero sin dinero de la Administración; es la aportación voluntaria que hace libremente quien lo indica en su declaración de la renta. Por tanto, la actividad de la Iglesia le cuesta al estado español cero euros. Y sin embargo, recibe de ella, en bien de la sociedad y de la población, más que de ninguna otra institución ni asociación ni ONG. A través de Cáritas, de las parroquias, de los grupos apostólicos, de hermandades y cofradías, de sacerdotes, religiosos y religiosas. Es incalculable el beneficio social que la Iglesia española aporta en la atención y asistencia a familias y a personas: parados, dependientes, enfermos, mayores, protección infantil, protección y promoción de la mujer, personas mayores, inmigrantes, personas solas y con las más variadas problemáticas. Sus medios son sus voluntarios, casas de acogida, comedores sociales, albergues, formación, residencias, hospitales, roperos solidarios... y eso, precisamente, solidaridad con los más necesitados. Según nuestra legislación actual, el estado debe favorecer y colaborar en esa acción social. Según una legislación laicista, el estado no podría colaborar porque las llevan a cabo instituciones religiosas. Aunque sí podría colaborar con otras entidades u ONGs si no tienen carácter religioso. Pueden preguntar a esos millones de personas que atendemos cada año qué piensan de la laicidad del estado y del laicismo en España. Cerrar esa colaboración sería absurdo, injusto e insolidario con la población. Al fin y al cabo, nuestros legisladores están bien pagados y no ensucian sus manos asistiendo a la gente que atiende la Iglesia Católica. Los despachos, contra la realidad de la calle; la ideología, contra la justicia, la libertad y la dignidad de todos los seres humanos.

   Pero, al margen de toda esta realidad, hay algo en lo que la izquierda se muestra muy sensible y es la presencia de la religión en las escuelas. ¿Hemos consagrado o no en nuestra España democrática un sistema de libertades? ¿Por qué razón práctica o socialmente aceptable no puede impartirse religión en los colegios? No se obliga a nadie; solo van los alumnos que quieren ir, o aquellos cuyos padres desean que sus hijos hagan religión. Entonces, volvemos al tema de la beligerancia, convertida en intransigencia o prohibición. ¿Nos hace más libres prohibir la religión en la educación? Más bien estaremos coartando la libertad de quienes la desean. Si los que no la desean no la hacen, entonces es imponer su opción a los demás. Hagámonos otra pregunta: ¿es que la religión es una influencia nociva, negativa en nuestros niños y jóvenes para impedir que se enseñe en el ámbito escolar? ¿Se enseñan valores que nos ayudan como seres humanos y como sociedad o es algo que daña a quien la recibe? Y si propone valores que ayudan, ¿por qué entonces ir en su contra? No se necesitan demasiados conocimientos de antropología para saber que el sentimiento religioso configura al hombre. Y si lo configura, es bueno para él que forme parte de una educación escolar integral. ¨Su negación es negar una parte de lo que somos. Tampoco hacen falta muchos conocimientos de historia para saber que el cristianismo es la base de todo nuestro sistema de valores occidental. ¿Cómo hacer entonces una negación y una lucha contra nuestra propia matriz mientras seguimos defendiendo esos mismos valores? La contradicción, por tanto, es manifiesta.

   Por cierto, ¿sabían ustedes que la Iglesia Católica ayuda a todos por igual sin hacer distinción alguna ni de raza ni de sexo ni de nacionalidad ni de religión? No, no los mira así ni los clasifica; en cada uno de ellos ve un hijo de Dios, un ser humano con toda su dignidad sin que sea superior o inferior a otros en razón de cualquier distinción. Pues eso.   

miércoles, 26 de junio de 2013

PECADORES, SÍ; CORRUPTOS, NO

Mientras el mundo entero se asombra y se admira con el fútbol español, desplegado en diferentes competiciones internacionales y mundiales de las selecciones respectivas de las diferentes edades de los jugadores, Francisco acaba de cumplir cien días en la Sede Apostólica. Y lo hace prodigándose en llamamientos a la autenticidad de vida y de misión en obispos y sacerdotes. Curiosamente, es justo el punto donde acabó el pontificado de su antecesor, Benedicto XVI. El Papa alemán, en la homilía del miércoles de ceniza, trasladada este año a la Basílica de San Pedro por ser la última misa que celebraba en público como Pontífice antes de hacer efectiva su renuncia, pedía a los obispos y cardenales que se olviden de hacer carrera en la Iglesia y se dediquen a ser pastores, a llevar a cabo la misión que el Señor les encomendó en su día. Fue, precisamente la renovación de la curia romana uno de los grandes temas que Ratzinger dejaba abiertos para que acometiera su sucesor. Unos pocos días después de ser elegido, el papa Francisco, en la homilía de la misa crismal el día de Jueves Santo, se volvía a dirigir a los obispos y sacerdotes para pedirles que sean pastores y no gestores; que deben “oler a oveja” dijo literalmente. El tono que usaba el papa era amable y casi dulce, seguramente moderado con intención por ser los primeros días de su papado y la primera Semana Santa que celebraba como Pontífice. Ahora, sin embargo, el tono en el que habla el Papa se ha vuelto más vehemente, sobre todo cuando se dirige a las multitudes de la Plaza de San Pedro (audiencias de los miércoles, ángelus de los domingos y misas ocasionales). Un tono muchísimo más monótono usa en actos oficiales dentro del palacio apostólico. Pero ese tono sube cuando habla a los pastores de la Iglesia, aunque sea en la capilla de la residencia de Santa Marta.

La web oficial de la Santa Sede (vatican.va) recoge todas y cada una de las palabras que el Papa pronuncia en cualquier ocasión y se puede acudir, por tanto a ella para comprobar o ampliar esta o cualquier otra información acerca de sus palabras. En muchas ocasiones, se ofrecen también los vídeos, que ayudan a ver la entonación, los gestos y las expresiones que quiere enfatizar y se pueden ver, así mismo, en otras páginas web de ámbito católico. Hay momentos en los que el Santo Padre abandona la lectura de sus papeles y glosa alguna de sus frases poniendo gran impulso en ellas. El pasado domingo, sin ir más lejos, lo hacía cuando pedía a los jóvenes que no dejen que les roben la esperanza y que no tengan miedo de ir contracorriente en esta sociedad. Lo hacía recordando la figura de San Juan Bautista. Glosando su figura, el Papa dijo que hay dos formas de dar la vida por Cristo y de ser mártires: la de dar la vida en un solo acto y la de entregarla día a día en el servicio a los demás. Estos también son mártires, dijo Francisco. Y añadió que quienes padecen en este mundo las consecuencias por defender la justicia y la verdad, como el Bautista, son mártires como él lo fue.

Pero, como decía al principio, el Pontífice es tremendamente claro al dirigirse a los obispos y sacerdotes. “Pecadores, sí; corruptos, no” llegó a afirmar con toda rotundidad. En esa misma homilía, el sucesor de San Pedro se refirió a los pastores corruptos como “el anticristo”, apoyándose en una cita de las cartas del apóstol San Juan. Dijo de ellos que se han olvidado del amor con que Dios los creó y que han traicionado la misión a la que fueron llamados por el Señor. El Papa dice estas cosas en público, sin tapujos ni disimulos. Ha mostrado su respeto hacia los creyentes de otras religiones y también hacia los ateos, de los que dice que “son buenos si hacen el bien”. ¿Y quién es capaz de negar la veracidad de esa afirmación? Si uno que dice ser cristiano hace el mal en la Iglesia, en la sociedad o en su vida, mientras que otro que dice ser agnóstico o ateo tiene una conciencia ética exigente, es honesto y hace el bien a los demás, ¿quién de los dos está más cerca de Dios? ¡Por favor, que sabemos bien lo que es recitar el Credo y no creer! Y si no, vayan a las celebraciones del bautismo y lo verán una y otra vez.

No se puede prever un pontificado excesivamente dilatado en el caso de Francisco, dada la edad del Sumo Pontífice, pero cada Papa firma los nombramientos de nuevos obispos y elige a los miembros del colegio cardenalicio conforme se van produciendo las vacantes. Pues bien, hace tan solo tres días, el Papa reunió en el palacio apostólico a 150 nuncios apostólicos en todo el mundo, que son los embajadores de la Santa Sede que ostentan la representación diplomática de la misma en los distintos países. Son los nuncios los que, en el mecanismo interno que la Iglesia tiene para la elección de nuevos obispos, eligen y proponen los candidatos al episcopado. Pidió a los nuncios, en tono de ordenanza suplicada, que, al elegir a los candidatos para obispo, propongan a los “que no son ambiciosos, que no persigan el episcopado y que sean esposos de una Iglesia, sin buscar constantemente otra”. Y a ellos, a los nuncios, les pidió que sean verdaderos pastores, que amen la pobreza y que no tengan la psicología de los príncipes. ¡Qué directo es el Papa y cómo da en el clavo con sus discursos! Al hilo de esto, Francisco no quiso acudir en el Vaticano al gran concierto del Año de la Fe porque dijo no ser “un príncipe del Renacimiento” para organizar y asistir a conciertos. Estos cien días de papado han dado ya para narrar un incontable número de anécdotas protagonizadas por Su Santidad, pero, a buen seguro, que van a producirse constantemente mientras la lucidez le acompañe, pues su estilo personal, además de muy evangélico, es, también, muy singular en todo lo que a los usos del papado y del Vaticano se refiere. Mientras redacto este artículo, acabo de saber que el Pontífice ha nombrado una comisión para investigar el IOR (Instituto para las Obras para la Religión), conocido como el “banco vaticano”.

Y, llegados a este punto, quiero hacer una llamada de atención. El nuevo estilo que Francisco está imprimiendo al papado, sus postulados teológicos, su defensa de los más pobres, su firmeza con respecto a las conductas de obispos y sacerdotes, la claridad del contenido social de sus afirmaciones y su disposición a obrar con la autoridad que le corresponde, le están ganando enemigos dentro de la propia Igleisa. Me contaban, por ejemplo, que en una conocida parroquia de ciudad, en el momento de las preces, una persona pidió públicamente “por la conversión del papa Francisco”. En algunos medios de la Red, de estilo marcadamente conservador, se ha iniciado ya una campaña en contra del Papa. Sacerdotes que gustan colgar vídeos de sus misas o de sus prédicas llegan a afirmar que el Papa anda equivocado en doctrina cristiana. Otros que tienen sitios web (supuestamente al servicio de la evangelización) se permiten recomendar “que el Papa aprenda de lo que dice este sacerdote y tome buena nota de ello”. Y así, un sinfín de descalificaciones hacia el que ha sido elegido -no lo olviden los creyentes- por la acción del Espíritu Santo. Francisco cita, de forma casi machacona, las frases de Bendicto XVI. La voz de Francisco no es la de un profesor de teología, pero es la voz autorizada del Sumo Pontífice, sucesor de Pedro y cabeza de la unidad de la Iglesia universal. Su doctrina no es contraria -por supuesto- a la de la Iglesia católica. Su voz es profética porque hace una mayor incidencia en las cuestiones sociales en comparación con otros pontífices. Pero, desde León XIII, la doctrina social de la Iglesia es UNA sola y abundante. Francisco no entra en contradicción alguna, sino que la hace brillar aún más actualizándola a nuestros días.


Quienes, desde dentro de la Iglesia critican en público al Papa, deberían mirarse interiormente. Si celebran la Eucaristía, si reciben la comunión y no están a favor de los pobres, no están recibiendo a Cristo. La comunión nos lleva, indefectiblemente, a tomar partido por los pobres, a denunciar la injusticia de los poderosos y a defender al ser humano -a cada ser humano y a todos los seres humanos- como imagen de Cristo y como verdaderos hijos de Dios. ¿Aún no habéis entendido la parábola del hijo pródigo? ¿Y la de los viñadores? ¿Y la visita de Jesús a la casa de Simón el fariseo? ¿Sabéis que significan las palabras “Misericordia quiero y no culto”? Pues aplicaos el cuento, pero dejad de poner mal en la Iglesia; repasad las encíclicas sociales de los Papas y la “Gaudium et Spes” del Concilio Vaticano II. Y después, habláis. Y si no estáis de acuerdo, os calláis y os quedáis a la espera de que vengan para vosotros “tiempos mejores”, pero no sembréis más cizaña en la Iglesia. Quien siembra la cizaña es el enemigo, el maligno; así lo dicen los evnagelios. Muchas veces, se hace un mejor servicio con el silencio que con el alboroto. Tenéis derecho a discrepar o a poner el acento de la fe en otras cuestiones, pero no tenéis derecho alguno para desacreditar al que es la máxima autoridad en la Iglesia ni a censurarle en público. Sería mejor si cultivarais la virtud de la humildad. 

viernes, 19 de abril de 2013

"ME CASO". ¿RAZONABLE O ABSURDO?


Viendo ayer un concurso de entretenimiento en la televisión, me entero de que en España, en 2012, los matrimonios civiles superaron por primera vez en la historia en número a los matrimonios católicos. ¡Pues ya era hora! Y todavía deben decrecer más.

Se puede pensar que el dato es una mala noticia para la Iglesia, pero yo pienso que no. Es más bien una noticia esperada tanto como deseada por la gente de fe. ¿Para qué queremos celebrar sacramentos que, en cuanto te das la vuelta, dejan de ser indisolubles a la primera de cambio porque piden el divorcio y entonces ya no les importa tanto regularizarse con la Iglesia?

El fallo viene de raíz. Se ha solicitado hasta ahora el matrimonio eclesiástico por razones de estética, de que quedan mejor las fotos, de que la ceremonia parece que tiene algo más de empaque, de que es más solemne, dura un poco más y parece más seria... No faltan los que dicen que “no quieren dar un disgusto a sus padres” si les plantean otra boda que no sea la canónica (sobre todo cuando son los padres los que pagan), los razonamientos de la tradición, de que una boda no es boda si no es por la Iglesia. Luego están los otros casos en los que el novio dice que es por complacer a la novia y la novia dice que es por complacer al novio. Otros valoran que es menor el papeleo por la Iglesia o las listas de espera no son tan largas. O porque el trámite es más rápido.

Celebrar bodas así, que es en la inmensísima mayoría de los casos, es una reducción si no anulación de lo que significa un sacramento. Esto crea no poca desazón en muchos sacerdotes, que se ven actores de una pantomima premeditada que resulta siendo, a todas luces, una farsa, un fraude ante Dios y ante la Iglesia. Ella, la propia Iglesia, cuenta con su medicina para esta enfermedad, pero no se atreve a aplicarla. Se trata del carácter obligatorio de haber recibido la Confirmación para poder acceder al matrimonio cristiano, tal como establece el Código de Derecho Canónico. Y es que quien la aplique se arriesga a quedar como francotirador que va por libre, pues, a buen seguro, en la parroquia de al lado no se lo van a exigir y los novios díscolos acabarán tarde o temprano por encontrar a un cura que les haga la celebración a la carta por aquello de que “los sacramentos obran por sí mismos en la persona”, cosa que, por cierto, es un apriorismo falso, pues, para que un sacramento obre, es necesaria la fe previa. La presencia de Jesús no obró ninguna maravilla en aquellos que le conocieron y no creyeron en él; los que ya tenían fe en él, esos son los que vieron milagros obrados por el Maestro. Quienes vienen sin razonamiento de fe alguno ni tienen idea alguna de encontrarse con el Señor en momento tan trascendente, difícilmente se encontrarán con él si no es él quien toma la iniciativa de encontrarse con ellos.

Casarse por la Iglesia es un acto de fe. Los novios –o, al menos, uno de ellos- viven la fe cristiana; sienten de una manera afín al Evangelio y a la persona de Jesús; están convencidos de que es la mejor filosofía de la vida; saben que dan un paso decisivo en sus vidas y quieren ser bendecidos por Dios; sienten que la vida en matrimonio es un servicio al Señor, que ponen su vida para servir a la voluntad divina; no están seguros de que todo irá bien, pero quieren ponerlo todo para que así sea; confían en Dios y en el otro y se lanzan a la piscina. Y todo ello con sus defectos y sus pecados. Pero son conscientes de lo que van a hacer y se confiesan y comulgan. Personalmente, hace tiempo que uso el criterio de que, cuando unos novios no van a comulgar, celebro la boda sin misa. La Eucaristía es para quien la conoce y la valora. Si es el día que haces realidad tu proyecto de vida, lo haces ante Dios, tienes la opción de recibirle eucarísticamente y lo rechazas, entonces es que no eres digno de ella. Ya que vamos a devaluar un sacramento, al menos, no devaluaremos dos.

Alrededor de un 75% de la gente a la que se le pregunta se declara católica en España. La misma cifra es, más o menos, la de alumnos que piden voluntariamente la clase de Religión Católica en escuelas e institutos. El porcentaje se queda en el 35 si de lo que se trata es de poner la “x” en la declaración de la renta para que un 0,7% de nuestros impuestos los gestione la Iglesia Católica española. Y, aproximadamente, un 10% de los españoles va a misa cada domingo. La proporcionalidad de bautismos, primeras comuniones y funerales se dispara frente a las estadísticas del matrimonio canónico. ¿No es curioso que un 75% de los padres le confíen a la Iglesia la educación de sus hijos y no quieran confiarle el 0,7% sus impuestos? ¿Por qué se bautizan los hijos de los que se casan civilmente? ¿Por qué el número de matrimonios canónicos se va ajustando a la realidad social de los creyentes, pero no lo hacen los otros sacramentos? No es fácil la respuesta a estos interrogantes, pero ¿acaso no vemos cierta ilógica en ellos? Y es que, a veces, parece que le damos menos valor a lo razonable y valoramos más el absurdo. 

martes, 12 de febrero de 2013

EL PAPA DIMITE POR FALTA DE FUERZAS

Benedicto XVI ha convulsionado el mundo de la religión, la política y, sobre todo, el de la información y las comunicaciones cuando, en la mañana del día de la Virgen de Lourdes, ante los cardenales reunidos en cosistorio, ha anunciado, en latín -lengua oficial y universal de la Iglesia-, su renuncia a continuar con el ministerio petrino; o sea, a seguir en la cátedra de San Pedro. El Papa acepta su contingencia y los límites que le impone su propia edad y los casi ocho años de pontificado en la Santa Sede. Es más: ha puesto día y hora para su cese, el 28 de febrero de 2013 a las 20h., momento en el que el solio de San Pedro entrará en situación de "sede vacante". Los planes del papa Ratzinger son retirarse a un monasterio de clausura para "dedicarse a la plegaria" como "servicio a la Iglesia".

Las informaciones y las contradicciones se han ido sucediendo a lo largo de todo el día del anuncio inesperado. Es natural que, con el apremio de dar la noticia y sus "aderezos" no haya habido tiempo suficiente para investigar y contrastar extremos antes de hablar, sobre todo en medios generalistas que no están especializados en temática católica. Para despejar dudas, traemos una cita textual del Código de Derecho Canónico, que en el número 332, en su segundo párrafo, legisla de esta manera:
 Si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie. La posibilidad de renuncia del Papa está contemplada, pues, en el mencionado CIC (Codex Ius Canonicus). Quedando la sede de Pedro, tal como el propio Benedicto ha dejado definido, como "sede vacante", se habrá de proceder a una nueva elección de Sumo Pontífice mediante cónclave, cuyo plazo de incio será mayor de quince días y menor de veinte desde que se produce la situación de "sede vacante" (entre el 15 y el 20 de marzo, por tanto).

En las primeras reacciones a la noticia, todo el mundo se ha mostrado muy respetuoso con la decisión del Santo Padre. Haciendo un somero análisis de la situación y apoyado en el breve comunicado a través del cual ha hecho el anuncio, diré que me parece una decisión valiente, realista y generosa. El Papa habla de su falta de fuerzas para continuar en el ministerio petrino. Él la atribuye a la edad. Pero es especialmente trágico cuando habla del "vigor" que le falta para guiar a la Iglesia no solo con obras y palabras, "sino también, y no en menor grado, sufriendo y rezando". Al Papa le faltan las fuerzas para sufrir y rezar. No pone objeción alguna a las obras y palabras en el ejercicio de su ministerio; es para el "flanco espiritual" para el que le faltan las fuerzas.

Ciertamente -algunos lo sabemos bien-, el estado físico merma las capacidades espirituales. A lo largo de sus casi ocho años como Obispo de Roma, hemos visto envejecer a pasos agigantados el físico del Papa. Su rostro no es ahora el mismo que asomó al balcón aquel 19 de abril de 2005. En la liturgia, le vimos sostenido por las axilas por parte de sus dos ayudantes cuando consagró en 2011 la basílica de la Sagrada Familia, en Barcelona para superar la escalinata cuando se acercó a la sede. Y, desde hace un tiempo, ya no recorre la pie la Basílica de San Pedro en la procesión de entrada de las celebraciones litúrgicas. El Papa está muy debilitado y visiblemente se percibe al ver su imagen. Pero en lo moral, no es un Titán, sino también un ser humano, igual que en lo físico. Y, habiendo vivido bajo el pontificado de cinco Papas, yo no he conocido a ningún Papa que se haya maltratado tanto como a Benedicto XVI. Desde el célebre discurso en Ratisbona y la reacción airada de los musulmanes readicales, Benedicto ha sido reprobado por no pocos parlamentos e instituciones, está denunciado ante el Tribunal de Derechos Humanos de La Haya, sus palabras sobre los preservativos como única medida de control del sida fueron sacadas de contexto y manipuladas hasta la saciedad; se le ha negado dar conferencias en universiades... Y él solo ha tenido que cargar con las pesadas cruces de los casos de pedofilia en sacerdotes católicos, en las filtraciones de documentos privados extraídos directamente de su despacho y en las luchas internas que, según parece, existen en la curia vaticana. A esto habrá que añadir el lastre que le supuso su actuación como cardenal prefecto para la Doctrina de la Fe, del que no ha logrado despojarse por el hecho de actuar ahora como Papa bueno y conciliador.Todo esto ha hecho mella en el sucesor de Pedro y no se ve con fuerzas para seguir sufriendo. El reconocimiento público de su debilidad le engrandece porque le desvela como un hombre humilde. Ya en la bendición Urbi et Orbi el día de su elección se definió como "un simple trabajador de la viña del Señor". Con la misma humildad que llegó, intacta, ahora se marcha.

He dicho que el acto de su renuncia es también una acción de generosidad. Lo es porque, aunque pueda parecer que lo que busca es su tranquilidad personal, lo que está haciendo es buscar el bien de la Iglesia aun a costa del propio. No se va porque está cansado y quiere vivir tranquilo y en paz, sino porque ahora mismo no se ve capacitado para desempeñar "bien" el ministerio petrino, según sus propias palabras. Y en este sentido, es un verdadero ejemplo para los pastores de la Iglesia (obispos y sacerdotes), así como para otros dirigientes mundiales (reyes, presidentes, ministros, alcaldes...) Con tanta gente importante apegada al cargo, el Papa ha demostrado no estar pegado al sillón. Insisto: Que cunda el ejemplo para quien quiera tomarlo.

Viendo que mi estado de salud había dado un vuelco, que me incapacitaba para llevar una vida como la había llevado hasta entonces y, al ver que tras nueve meses no solo no se arreglaba sino que todo apuntaba a que iba a cronificarse, presenté mi renuncia como capellán del hospital en el que trabajaba, pues llevaba meses atendiéndolo mal y bajo mínimos y estaba convencido de que allí se necesitaba un capellán al 100% y yo ni lo daba ni volvería a darlo. Un vicario me dijo que su enfermedad era más crónica; le pregunté cuál era y me respondió que su enfermedad es que llevaba más de treinta años de vicario. Le respondí: -Pues esa enfermedad se pasa pronto; renuncia y ya se ha pasado; ya sabes que en la Iglesia se puede renunciar, así que si estás en el puesto es porque quieres estar. Ah, no me hizo ni caso; esa "enfermedad" le duró unos siete años más, hasta que lo cesaron. Pues bien, el ejemplo de Bendicto XVI me alienta mucho, pues yo llevo años viviendo esa falta de vigor y de fuerzas físicas y morales para asumir responsabilidades. Con lo cual, puedo comprender al Papa mucho mejor que quienes no sienten o no reconocen con humildad cuándo deben dejar un puesto. Así, pues, no es como dice algún periódico que el Papa "no quiere morir en la cruz", pues -repito- con su renuncia no busca su propio bien sino el bien de la Iglesia.

No voy a entrar en un análisis de su pontificado, pero creo que ha sido positivo, necesario y profundo. No es, como dicen algunos, un pontificado de transición (¿ocho años de transición?); es el Pontífice que ha jugado su justo y difícil papel de suceder nada menos que a Juan Pablo II. Cuando un Papa muere, antes de elegir al sucesor, se celebra un funeral por él en todas las iglesias, parroquias y catedrales del mundo. Creo que en este caso, sería muy justo que se convoque a los fieles a celebrar la misa en todas las iglesias en la tarde del día 28 de febrero. Afortunadamente, no será para hacer el funeral de Bendicto XVI, sino como acción de gracias a Dios por estos ocho años de su papado y para pedirle que le dé ánimos y le conforte en la nueva vida que ahora comienza para él hasta que el Señor lo llame a su presencia. Ser agradcidos con la persona del Papa y rezar por su bienestar es lo mínimo que podemos hacer ahora por él.



domingo, 6 de enero de 2013

La Navidad, Izquierda Unida y el número Pi

Cuando ya los Reyes Magos han dejado los regalos en los balcones y ventanas de los niños españoles, algún que otro concejal de IU ha lucido las barbas postizas en las cabalgatas del día cinco de enero. Cuando la Navidad estaba al caer, algunos de sus diputados levantaron la polvareda de turno, que unos u otros repiten año tras año, situándose con su gran cultura y sapiencia por encima de la Navidad, tan poco democrática cuando muestra su vertiente religiosa. Todo fue porque el Presidente del Congreso de los Diputados incluyó en su tarjeta de felicitación una minuatura del siglo XV que representa la escena del Nacimiento. Bueno, pues armaron la "marimorena" ante semejante despropósito de la imposición religiosa a todos los diputados y acabaron recomendando al sr. Posada que se guarde la miniatura para verla en su intimidad.

Veamos. El Congreso de los Diputados está configurado en España por 350 diputados. De ellos, en la actualidad, Izquierda Unida tiene once, lo que mejora muchisimo su representación en la legislatura anterior que, si no me engaño, estaba en un solo diputado. Pero no, no quiero minimizar su presencia; es de justicia hablar de su representación actual y no de la de otras etapas legislativas. Once diputados sobre 350 del total, suponen una representación del 3,14. Puesto que los escaños son la representación de la población española, podemos obtener los porcentajes de la misma. Tomando como totalidad de la población española cuarenta y seis millones de habitantes -aunque es algo superior-, Izquierda Unida tiene una representación de 1,44 millones de españoles. Es, más o menos, el equivalente a la ciudad de Valencia.

Analicemos brevemente. La palabra "NA-VI-DAD" es un apócope de la palabra NA-TI-VI-DAD. No menciona de quién, pero no es necesario. En la anterior legislatura, el Gobierno de Zapatero quiso suprimir la palabra del calendario escolar y pretendió llamarla "fiestas de invierno" o "vacaciones de invierno". Igual que en otros terrenos han jugado con el lenguaje y con los conceptos, cayeron en el absurdo y el ridículo al querer suprimir o modificar el concepto de "Navidad". La palabra, en inglés, menciona el nombre de Cristo (Christ-mas viene de Christus); en italiano es "Natale", haciendo referencia al alumbramiento de Jesucristo; y así sucesivamente. Luego, que cada uno celebre lo que quiera y viva con lilbertad estas fiestas según sus costumbres, creencias o descreencias. Pero lo que no se puede es tratar de inmponer a todos una sola forma de ver las cosas, porque, insisto, la propia palabra, en este caso, expresa su significado y su cocepto. Si hiciéramos caso a este 3,14 de los representantes del pueblo, habría que prohibir que sonasen en espacios públicos y en la radio y TV públicas melodías como "Noche de Paz", "Adeste Fideles"; la Orquesta de RTVE debería suprimir todo su repertorio religioso, incluido el "Aleluya" de Häendel, Réquiem de Mozart y mucho más; habría que prohibir las reproducciones de escenas de obras pictóricas con temática navideña en los sellos de correos o en los décimos de la lotería de Navidad o de El Niño; y así un largo etcétera de cosas. Me temo que este tipo de medidas han ocurrido solo en países donde no se respetaban, precisamente las libertades de las personas. En España y en este momento sería, desde luego, caer en lo ilógico y en el absurdo.

Estoy convendio de que lo que yo piense no va a tener repercusión alguna en ninguna formación política ni en la política nacional, pero pienso algo más que no quiero dejar de exponer. La izquierda política se caracteriza, al menos en la teoría, por el favorecimiento de las políticas sociales. La iglesia Católica es la institución que mayor obra y acción social desarrolla en nuestro país. Si éste es un punto en común y España está atravesando unos momentos de especial sufrimiento social, ¿por qué en lugar de tirarnos pedradas por cuestiones ideológicas no unimos nuestras fuerzas en una acción social coordinada y conjunta? Desde luego, la mayor beneficiaria sería la población española y, entre ella, los más pobres y necesitados. ¿No es eso, al fin y al cabo, lo que buscamos unos y otros? Es verdad que esta colaboración se da en no pocos ayuntamientos, donde la política se ejerce más a pie de calle, pero ¿por qué no hacer lo mismo en un gran pacto nacional? Después, que cada uno crea libremente en lo que quiera, pero los pobres nos reclaman a unos y otros y estamos perdiendo la oportunidad de unir fuerzas para favorecerles con mucha mayor eficacia. Y es que todas las izquierdas tienen una representación muy muy amplia en el Parlamento y en la sociedad española. Muy pocos verían ese pacto con malos ojos.

sábado, 24 de noviembre de 2012

SENTENCIA JUDICIAL (2)


Transcurrido el plazo legal, no ha habido apelaciones a la sentencia del 20 de septiembre pasado, con lo cual, la sentencia es ya firme. Se me absuelve de todos los cargos por los que se me demandaba y acusaba y condena a los demandantes al pago de las costas del juicio. Teniendo en cuenta que mi representación jurídica se valora en torno a los doce mil euros, Arruga y Ortiz deben costearse sus representaciones respectivas y pagar cada uno la mitad de la mía. A ello hay que añadir los costes por desplazamientos y dietas. No resulta difícil hacer el cálculo de lo que les ha costado esta jugada. Llegar a esta resolución ha llevado más de un año. Como vemos, no es cualquier cosa interponer un juicio contra una persona. Es necesario saber bien lo que se hace, calibrar los daños, las costas y la posibilidad de tener razón o no. En este caso, la condena se había hecho ya con antelación; sin razonamientos, sin derecho de defensa, a la brava. Cuando resulta que todo era al revés de lo que hicieron parecer. Los que aparecían por verdaderos, falseaban la realidad y el que parecía tener ganas de revolver y de meter mal en el pueblo, resulta que tenía razón y decía la verdad. Con otras palabras, pero así lo dice la juez en la sentencia. Quien quiera puede leerla en www.elcantarodesicar.com.

Los objetivos que se marcaron ya entonces eran “sacarme” cien mil euros, lograr mi destierro y conseguir que el arzobispo de Zaragoza me suspenda de empleo y sueldo de por vida. Esto está dicho por boca de mis demandantes, yo no invento nada. Su gran victoria, no obstante, radica en que han conseguido expulsarme de mi iglesia, que es toda mi vida, y que no pueda celebrar la misa y los sacramentos en público en Cariñena. ¿Por qué? Se le puede preguntar al actual párroco de Cariñena, él puede explicarlo. No pude ni celebrar un funeral por mi primo Vicente, de Barcelona, fallecido recientemente. La otra gran victoria es hacer creer a no pocos que no soy honesto y que me movían intereses en contar mentiras. Eso gente que me ha visto siempre servir y trabajar por el pueblo. Y los actores, quizá si recapacitan, me vean habiendo celebrado algunos de los funerales de sus familiares o de sus más allegados, poniendo consuelo y esperanza en momentos muy difíciles, también para el que tiene que celebrar o pronunciar la homilía, complaciendo, incluso de corazón, alguna que otra petición de los familiares del difunto, o yendo a rezar a sus velatorios. Pero, así es la gente de mi pueblo. La que hay ahora. Hace treinta años eran mejores. Doy fe. 

No sería nada difícil "resarcirme" con otra demanda hacia ellos por los dislates en los que cayeron ambos en la sesión del cine Olympia del día 11 del 11 del 2011. Tengan en cuenta que no todos los que allí estaban aprobaban lo que vieron y oyeron y no sería complicado llamarlos a testificar. Si mis demandantes pidieron una indemnización de cincuenta y cuatro mil euros sin tener razón, ¿de cuánto más podría pedirla yo teniendo la razón y sufriendo los daños que me causaron? Hay que tener en cuenta, además, que, desde una función pública, se ha estado jugando con derechos sagrados en democracia como el derecho a la libertad de expresión y el derecho a la libertad religiosa y al ejercicio libre del culto. Fácilmente, cualquier tribunal que comprendiese el tema se pondría de mi parte. Pues bien. Después de una profunda y serena meditación de estos extremos, renuncio a dar ese paso. Creo que se ha causado daño, pero no estoy yo dispuesto a hacer lo mismo que me han hecho y pagar con la misma moneda, aunque me sienta legitimado para ello. Es suficiente con el daño de uno, no con el de tres o el de cinco. Eso llevaría a una espiral que ahondaría aún más en la ya difícil situación en que estas personas han dejado la normal convivencia en Cariñena. Antes que lo que me resulte a mí como legítimo, está la moral cristiana y la vocación a la que he sido llamado y en la que vivo desde hace veintiséis años como una gracia del Señor. Él nos pide que perdonemos a los que nos ofenden, a los que nos insultan y calumnian. Nos pide también que recemos por ellos. Y eso es lo que hago. Los perdono de corazón y pido a Dios que sea indulgente con ellos. Es necesario perdonar al que nos ha ofendido para no caer en una espiral de respuestas y venganzas; también porque Dios no reniega de ellos y los ama de la misma manera que me ama a mí y con un amor igual; y, por último, porque hay que darles la ocasión de que se conviertan y para eso hay que rezar y ponerlos prioritariamente en nuestra oración. Tal como dice el evangelio que se proclamó en mi Ordenación Sacerdotal, "Ama más aquél a quien se le perdona más". Para que esto sea una realidad, es necesario que se sientan perdonados. Ya después sólo cabe esperar. Lo cual no quita para que yo deba protegerme de ellos mientras no se den muestras de ese cambio; al fin y al cabo, también Cristo nos enseñó a pedir “líbranos del mal”.

Dado en la ciudad de Cariñena, a 24 de noviembre de 2012, en la víspera de la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, junto al Santo Cristo de Santiago.

martes, 13 de noviembre de 2012

¿CÓMO RESPONDE LA IGLESIA ESPAÑOLA A LA CRISIS?

Para los no enterados, habrá que decir que Cáritas es la Iglesia y que la Iglesia es Cáritas; pero Cáritas es la parte más social de la Iglesia, pues la Iglesia, como tal, aporta mucho más que Cáritas a la sociedad española. Pues bien, Cáritas acaba de hacer pública la memoria de 2011. Destaquemos algunos datos que contiene:

   -Invirtió 250 millones de euros en sus distintos programas sociales; 2/3 proceden de                 donaciones voluntarias; 1/3 restante, de las ayudas públicas.
   -Las donaciones privadas aumentaron un 3,48% con respecto a 2010.
   -1.804.125 personas, en situación de necesidad, fueron atendidas dentro de España.
   -En el quinquenio 2007-2011 ha invertido cerca de 1.150 millones de euros.
   -Cáritas cuenta con 64.251 voluntarios, un 4% más que en 2010.

Esto es realidad pura, habas contadas. ¿Quién da más? Nadie. ¿Quién aporta más? Nadie. Conforme crecen las necesidades, crecen también los ingresos y los voluntarios. Esto muestra que la Iglesia en España está viva y más que viva. Que es la que más se aprieta el cinturón, la que más ofrece y la que más atiende. La propia Conferencia Episcopal entregó un donativo extra de cinco millones de euros a Cáritas. Resaltamos también que Cáritas ha reducido al mínimo sus gastos de administración (6,3 céntimos de cada euro que recibe). Estamos satisfechos y orgullosos de la conciencia social de los cristianos en España y desearíamos que todo esto no fuera necesario. Pero lo es y Cáritas y la Iglesia están comprometidas hasta la médula con la sociedad española y sus necesidades. Se puede ver el informe más detalladamente en el extracto que hacía "Iglesia en Zaragoza", cuya imagen acompaña estas letras. Información completa en www.caritas.es.



miércoles, 30 de mayo de 2012

ALFREDO Y EL IBI. CRITICA, QUE ALGO QUEDA



Me da pampurrias cada vez que tengo que hablar de los mismos y situarme a la defensiva, pero si lo tengo que hacer es porque hay ataques, y ataques injustificados y antidemocráticos. ¡Ya es hora de que nos dejen vivir en paz, de que nos respeten y de que se entren en lo suyo y, simplemente, acepten la pluralidad democrática de nuestro país! Están en el Gobierno, pues atacan a la Iglesia. No están en el Gobierno, pues la atacan igualmente. Señores de las izquierdas plurales, llámense como quieran: acepten de una vez que hay un grueso importante de gente cristiana y católica en la sociedad española, que sirve a esa misma sociedad y se ocupa de labores sociales insustituibles hoy por hoy y que quiere centrarse en eso y sólo en eso. Dejen que esa gente tenga libertad de conciencia, crea en lo que quiera creer y vote a quien quiera votar. Ya está bien. Déjennos concentrarnos en lo que nos queremos concentrar y dejen de actuar como el perro del hortelano, que ni hace ni deja hacer.

Si no les parecen justos o actuales los acuerdos del Estado Español con la Santa Sede del año 79, pues lleven una moción al Parlamento para actualizarlos y acaten el resultado de la votación. Pero dejen ya de meter el dedo en el ojo ajeno y de tocar las narices.

La Iglesia española es la mayor ONG. del país. Según los propios datos que maneja, su acción social ahorra al Estado cuarenta mil millones de euros anuales. ¿Quién da más? Tan solo un euro de cada cuatro que invierte en la sociedad proviene de fuera (subvenciones, cuota del IRPF, activos financieros, etc.); los otros tres euros (75% del gasto) lo ponemos los propios fieles mediante donativos, colectas, cuotas de suscripción, legados, etc. ¿Les parece poca nuestra conciencia social y nuestra aportación a la sociedad española? ¿Puede decir su partido, sus juventudes, sus organismos que hacen siquiera algo parecido con su dinero y que benefician de forma siquiera aproximada a nuestra sociedad?


Pueden ustedes simpatizar con quienes quieran y no hacerlo con quienes no les salga, pero, al menos, déjennos hacer sin molestarnos. Si la Cruz Roja no paga I.B.I. por su aportación a la sociedad; si las ONG. tampoco lo hacen, ni partidos políticos, ni sindicatos, ni edificios públicos, ni embajadas, ni otras asociaciones sin ánimo de lucro (que no aportan ni parecido a lo que aporta la Iglesia a la sociedad española), ¿por qué la Iglesia quieren que lo pague? ¿No está pagando el I.B.I. y muchísimo más que el I.B.I. sin pagarlo?

Patético resulta el razonamiento del secretario de organización cuando alega que si todos los ciudadanos estamos haciendo un esfuerzo ante la crisis, que también lo haga la Iglesia. Pero ¿quiénes se han creído que son? Si desde los ayuntamientos (también desde los suyos) nos están enviando diariamente a Cáritas a toda la gente que ellos no pueden asistir, ¿con qué fuerza moral hablan así? Cáritas ha multiplicado su acción en los últimos años porque se ha multiplicado el número de personas que acuden a nuestra institución pidiendo ayuda, Ayuda que sus instituciones públicas no garantizan y que asumimos los cristianos con nuestras aportaciones. Porque ¿saben?: Proporcionalmente al ascenso en el número de casos y de personas atendidas, han subido y se han multiplicado los ingresos. De modo, que, a mayores necesidades, mayores recursos económicos para remediarlos.

Lo mismo podemos decir de los comedores sociales de la Iglesia, de los centros de acogida a transeúntes, de las ayudas a familias para el alquiler, la alimentación, los servicios de luz y de agua... Ustedes quieren transmitir que la Iglesia vive apoltronada en su comodidad y se lava las manos ante la crisis. Y eso –lo saben muy bien ustedes- es falso y calumnioso. Cualquier español de a pie que hable con sus vecinos lo sabe.

Otro argumento ya muy manido es el de los supuestos privilegios de la Iglesia. Nuestro privilegio son los pobres. Gracias a que ciudadanos como nosotros creemos en lo que nos transmitió Jesús de Nazaret, sabemos compartir y compartimos. Ése es nuestro privilegio, algo que nos da mucha ventaja sobre ustedes, no les quepa duda. ¿O los privilegios no son realmente los que tienen ustedes como políticos: la no tributación de su sueldo; la máxima jubilación asegurada; un sueldo como parlamentarios superior a los tres mil euros dietas aparte...? Y podríamos seguir y seguir. No es de extrañar que algún alcalde de pequeñas localidades aspirase a entrar en el Congreso en las últimas elecciones. No hacen falta otras razones; con los privilegios que tienen, basta. Supriman ustedes los privilegios que les afectan a ustedes como clase política y que les pongan al nivel de todos los demás ciudadanos; después estarán en condiciones de hablarnos a los demás para que hagamos lo mismo, si es que aún nos queda alguno. Mientras tanto, sólo dicen palabras huecas, pura hipocresía que quiere quitar la paja del ojo ajeno conservando la viga en el propio.

Como ciudadano de a pie y con la que está cayendo, yo no entiendo por qué hay 23.000.000.000 para rescatar Bankia y no los hay para rescatar a las familias. De eso deberían ocuparse y no de lo otro.

viernes, 17 de junio de 2011

A LOS 25 AÑOS DE SACERDOCIO




Los acabo de cumplir el 15 de este mes de junio de 2011. Aquella tarde de 1986 el arzobispo Elías Yanes me imponía las manos y pronunciaba la oración de consagración sobre esta criatura frágil que, desde pequeño, soñaba con ser sacerdote. Era la víspera de cumplir 25 años y nunca antes lo había visto menos claro que ese día. Me escapé de casa una hora antes diciendo que me iba a la iglesia a preparar, pero, en realidad, donde me fui fue a la capilla del Santo Cristo de Santiago. Estaba confuso, tenía miedo. No había nadie en la pequeña iglesia. El Santo Cristo y yo estábamos solos, frente a frente. Delante de él dejé que bullera toda la catarata de confusiones que había en mi mente y en mi corazón en ese momento. Me llegó a parecer un acto de valentía acudir a la iglesia parroquial, que ya empezaba a llenarse, y decir que no me ordenaba, que no lo veía claro. No conocía ningún precedente, pero me parecía que era lo más honesto que podía hacer en ese momento. Necesitaba más tiempo para reflexionar, para discernir, para orar.


Como suele ocurrir siempre que nos ponemos en la presencia de Dios, no sucedió nada mientras yo
estaba inmerso en mis pensamientos y me angustiaba en el mar de mis dudas. Cuando, como en
una catarsis, lo hube volcado todo y esperaba la conformidad del Señor para detener mi ordenación
en aquel momento, comencé a sentir algo nuevo, otra cosa, otro pensamiento. Sé que, por medio
de mi Santo Cristo, el Señor me habló. Me hizo sentir cómo desde pequeño me había manifestado
dispuesto al sacerdocio, me recordó cada etapa de mi camino y de mi recorrido hacia el
sacramento del Orden. Año y medio antes ya había sido ordenado diácono y eso había cambiado mi
estado. La ordenación sacerdotal me iba a incorporar al sacerdocio, pero no al clero, al que ya
pertenecía desde dieciocho meses antes. Los estudios de la teología, la etapa en el seminario, el
curso de diaconado antes de la ordenación... Recordé también las reflexiones que provocaron en mí
los meses de convalecencia después de un accidente que sufrí entre el segundo y el tercer curso
en el seminario. Los sacerdotes que me habían acompañado estaban convencidos de mi vocación. El
rector del Seminario, que me valoraba mucho, me había animado semanas antes cuando le hice
saber mis dudas e inquietudes. En pocas palabras: Si la llamada al sacerdocio hubiera sido un
empeño mío que viniera de mí y no de Dios, las cosas habrían discurrido de otra manera. Siempre
he creído y confiado en la providencia. Sé que Dios orienta nuestros pasos. Mi familia, la gente de
mi pueblo, las parroquias donde había trabajado en pastoral, todos esperaban verme como cura. De
nuevo se hizo el silencio en mi corazón.

¿Era cosa de Dios o era que yo me lo había forjado y había estado ciego toda mi vida? Me
resistía, sin darme cuenta, a aceptar la evidencia de lo que Dios trataba de decirme. Pero hubo
algo que me ayudó a dar el paso. Después de todo lo que Dios me había hecho recordar y sentir en
aquel momento, la valentía no estaba ya en cancelar la ordenación, sino en acudir a ella, en
entregarme por fin, en cerrar los ojos y lanzarme desde el trampolín. “Si no fuera cosa tuya, no
habrías dejado que llegase a este momento”. “Si en verdad me has llamado a esto, haré tu
voluntad; si no me has llamado, tú me lo harás ver y me ayudarás a salir del atolladero”. Faltaban
20 ó 25 minutos para las seis de la tarde y le dije al Santo Cristo: “Voy a ordenarme; en tus
manos lo dejo todo. Tú verás”. Hoy, 25 años más tarde, sé que estoy donde el Señor me ha
puesto, sé que no he equivocado mi vocación. Le doy las gracias por tanto tanto que he recibido y
le agradezco el haber contado conmigo para esta tarea.

Es inevitable en estos días hacer balance de estos años de sacerdocio, aunque no es este escrito
el lugar más oportuno para comunicarlo. Pero de aquello que me siento más agradecido es,
precisamente, de haber recibido la llamada del Señor a construir su Reino desde el sacerdocio.

lunes, 7 de febrero de 2011

JUAN PABLO II, EL SANTO PADRE

¡ALABADO SEA jESUCRISTO! De esta manera comenzaba cada uno de sus discursos. Su vida era una continua alabanza a Jesucristo, concretada en la constante defensa de la dignidad de todo ser humano. Durante casi tres décadas ocupó la silla de Pedro, el Pescador de Galilea. Veintiocho años en un pontificado son muchos años, pero en una persona que no paraba, que no sabía parar, dan para mucho. No quiero entretenerme en cifras, cosa que ya hacen otros medios, sino que quiero resaltar más bien su intensidad humana y creyente.

Juan Pablo II fue el Papa que vino a vernos. Vino a vernos, prácticamente, a todos. Vino a nuestras ciudades, a nuestras iglesias, a nuestras plazas, a nuestras casas. Ha sido la persona más vista y conocida en todo el mundo y en toda la historia. Su amplísima documentación, que recoge encíclicas, exhortaciones apostólicas, discursos, mensajes, mottu proprios, se extienden también a un nuevo Código de Derecho Canónico y a un nuevo Catecismo de la Iglesia Católica. Tocó la Iglesia desde fuera y desde dentro. Y tocó también el mundo. Despertó todo menos indiferencia. Desde los más fervientes seguidores a los más feroces detractores. Un Papa que hizo su cruzada particular contra el marxismo hasta provocar su caída en Europa. No así en América Latina, donde adoptó actitudes bien distintas con los dirigentes de la dictadura cubana frente a los sandinistas de Nicaragua.

Era un hombre de Dios. La oración personal ocupaba una buena parte de su jornada y con ella estrenaba cada día. Sentía sobre sus espaldas las responsabilidades de todo lo que sucedía en el mundo. Sus discursos urbi et orbi y los ángelus de cada domingo estaban plagados de referencias a la situación y los problemas internacionales. Trataba de tú a tú a todos los Jefes de Estado, expresando ante ellos lo que a él más le interesaba en defensa de los derechos fundamentales, de la libertad religiosa y de la paz y el desarme mundiales.

El Papa Juan Pablo convocó un jubileo especial, con un trienio de preparación, con motivo de la llegada del año 2000 y del comienzo del Tercer Milenio. Dos milenios de Jesucristo en el mundo. Ésa era para él la razón a celebrar. Destacó también, hasta con nueve años de celebraciones especiales, el quinto centenario, en 1992, de la evangelización de América. Un aragonés, el Arzobispo Santos Abril, fue su profesor de español. Wojtyla descubrió que la mitad de los católicos del mundo rezaban en español. "No se puede ser Papa y no hablar español" llegó a afirmar a Monseñor Abril.

Su casa era una casa abierta a todos. Estableció la costumbre de llenar su capilla diariamente de sacerdotes, religiosos y religiosas, también seglares, que quisieran compartir con él la Eucaristía de cada mañana, lo que nos dio la oportunidad a muchos de visitar su estancia y de concelebrar con él en la intimidad. Después saludaba en la biblioteca particular a cada uno de los asistentes. A veces invitaba a su mesa a pobres, a mendigos, a sacerdotes en crisis. Siempre hacía lo que podía en las necesidades de cada uno.

Le quisimos, pero también le criticamos desde dentro de la Iglesia. Los de fuera, sobre todo en algunos medios de comunicación, trataban de ridiculizarlo y de burlarse de él. Pero él tenía claro hacia dónde quería ir y hacia dónde quería llevar la barca de Pedro, y no se dejaba influir por lo que se decía o no se decía de él. Desde dentro se veía conservador y demasiado cercano a la
institución del Opus Dei, del que se apartaba, sin embargo, en los textos de sus encíclicas
sociales, bien valoradas y aceptadas por creyentes y no creyentes.

Las imágenes difundidas por el Centro de Televisión Vaticana del atentado del 13 de mayo de 1981, en el que varias balas impactaron en su cuerpo, conmocionaron al mundo. Parecía increíble que pudiera salir vivo de aquel ataque. Cuando se hubo repuesto, eso no le influyó para nada en no seguir temiendo por su seguridad y, aunque fue el origen del famoso "papamóvil", él siguió a cuerpo descubierto a todas partes donde iba.

A Juan Pablo II le vimos envejecer, algo que no se había visto en la historia conocida de los Papas. Seguimos en directo, paso a paso, sus enfermedades, su agravamiento, su deterioro lento y progresivo. Llegamos a verle cuatro días antes de su muerte, ya sin poder hablar, esbozando con la mano una bendición desde la ventana de su apartamento, justo cuando una paloma blanca quiso posarse en su cabeza y cuya foto dio la vuelta al mundo y aún podemos descargarla de Internet.

"Dejadme ir a la casa del Padre" les dijo aquel 2 de abril de 2005, día en que el Señor se lo llevó de este mundo. Haciendo caso de una vidente, él había establecido el domingo de la octava de la Pascua como el "Domingo de la Divina Misericordia". Pues bien, era ese día cuando murió. Nunca se había visto en el mundo un luto igual. El cariño, la gratitud con que hablaron todos los medios, incluso los más críticos con él, las filas interminables de días y días no sólo en la Plaza de San Pedo, sino también en todos sus alrededores para visitar su capilla ardiente; sus funerales, que reunieron no sólo a millones de fieles, sino a una concentración récord de Jefes de Estado y primeros ministros, fueron eventos antes nunca vistos.

El cardenal Ratzinger ofició la misa de su despedida en la Plaza de San Pedro. "Bendícenos, Santo Padre, desde el cielo; bendícenos" clamaba en su homilía el que iba a ser días después su sucesor, el papa Benedicto XVI. El pueblo se manifestaba con pancartas -lo había hecho desde el primer momento de su muerte- y con miles de voces a coro: "Santo Súbito" ("Santo ya"). De haberse producido su declaración de santidad por aclamación del pueblo, hubiera sido un caso verdaderamente significativo y excepcional. Preguntado el Cardenal Ratzinger, antes del funeral, acerca de si esta posibilidad era viable, respondió que dependía del criterio que aplicara su sucesor.

El propio Ratzinger, convertido ya en Benedicto XVI no obedeció el clamor popular, pero favoreció el proceso de beatificación al abrirlo de inmediato sin esperar a los cinco años preceptivos que deben pasar después de la muerte del posible beato para comenzar su proceso. Ahora, a poco más de cinco años desde su muerte, el que fuera su mano derecha y nuevo Pontífice ha dado luz verde a su beatificación. Juan Pablo II subirá a los altares el 1 de mayo de 2011, seis años después de su muerte, en el día del mundo obrero (él que fue un obrero en su Polonia natal), y que coincide con el domingo de la octava de la Pascua de Resurrección, es decir, el Domingo de la Divina Misericordia.

Un gozo, pues, para toda la Iglesia ver beatificado al tan querido papa Juan Pablo II. Su cuerpo será trasladado a la Basílica de San Pedro, a la capilla contigua a la que contiene la Pietá de Miguel Ángel. Con su beatificación, se le podrá dar culto público a la espera de ser proclamado Santo una vez concluya el proceso de canonización que ahora se inicia. Santo Padre, Juan Pablo II, ora por nosotros, tus fieles.