Los pasados días 24 y
25 de este mes de septiembre de 2015 muchos católicos asistimos, con
emoción, a sendos discursos que nuestro papa Francisco pronunció ante el
Congreso de los Estados Unidos de América y la sede de la Organización
de Naciones Unidas respectivamente. En ambas ocasiones Francisco
escribió la historia de dichas instituciones. En el caso del Parlamento
estadounidense porque era la prmera vez que un Papa tomaba la palabra en
dicha cámara. En el caso de la ONU, porque, aunque ya lo hicieron antes
Pablo VI, Juan Pablo II en dos ocasiones, y Benedicto XVI, Francisco lo
hizo ante 150 Jefes de Estado y de Gobierno, batiendo el récord de esa
selecta audiencia. El Papa habló de política mundial teniendo muy en
cuenta la trascendencia de sus palabras y el lugar y contexto en que las
dirigía en cada uno de los dos casos. En el Congreso tomó el ejemplo de
cuatro figuras representativas de la defensa de los derechos civiles
para reclamar un mundo entre iguales superadas las barreras de la
inmigración, el derecho a la paz y la seguridad, la igualdad de la
dignidad de toda persona y la defensa de la vida humana en todos sus
estadios de su desarrollo. Los medios se fijaron, sobre todo, en la
petición de la abolición global de la pena de muerte como consecuencia
de la aplicación de ese respeto hacia el hombre, recordando que las
sentencias penales no deben olvidar la esperanza y el objetivo de la
reinserción de la persona y la rehabilitación del delincuente. La pena
capital es la dejación más absoluta de ese objetivo y de esa esperanza.
En ambas ocasiones, gran parte de los asistentes interrumpían
constantemente los discursos del Santo Padre con aplausos, en muchos
casos llenos de entusiasmo, y con el auditorio en pie una y otra vez.
En la sede de
Naciones Unidas, el Pontífice lanzó un mensaje más universal sabiendo el
alcance que iban a tener sus palabras. Un mensaje humanista pero bajando
siempre al campo de lo concreto tal y como suele ser la tónica habitual
del papa Bergoglio. Habló -cómo no- de la paz mundial y del fracaso de la guerra, de toda guerra. Tocó el tema de los movimientos migratorios y el drama humano que generan. Se refirió al texto de su reciente encíclica "Laudato si" en una defensa decidida del medio ambiente y apeló a la responsabilidad global del hombre sobre el planeta y la tierra. Francisco tocó otros muchos temas como el derecho al techo, al trabajo, a la tierra, a la educación de libre elección por parte de los padres, a la libertad religiosa como garante de todas las demás libertades... Pero hubo dos cosas en las que sobresalió y que pudieron sorprender por su valentía y la claridad con que las expuso. Una de ellas fue la petición expresa del armamento nuclear. No mencionó a ningún país en concreto, pero habló de una prohibición global. Una de las hipocresías de la ONU consiste en que trata de evitar que ciertos países tenidos por "irresponsables" puedan frabricar y hacer uso de esas armas, pero dando por supuesto que hay otros países con derecho a tenerlas y fabricarlas. Justo una semana antes del discurso de Papa, los medios se hacían eco de las dudas del entonces Presidente de los Estados Unidos acerca del uso de la bonba atómica sobre Irak y Afganistán tras los terribles atentados a las torres gemelas de Nueva York. ¡Qué miedo! Francisco reclamó una prohibición para todos los países recordando el daño que inflige este tipo de armamento no solo al género humano sino también a la tierra y al medio ambiente y sus efectos destructivos definitivos sobre ambos.
El otro aspecto en el que pudo sorprender el cuidado discurso de Francisco es el de la otra hipocresía instalada en las propias raíces de la Organización de Naciones Unidas: el privilegio de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad: China, Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Rusia. Es decir, el derecho a veto. Ese privilegio de cinco estados impide que todos los países participen y se relacionen entre iguales en el seno de la ONU. Si bien es cierto que esta Organización ha hecho de árbitro eficaz en muchos casos y conflictos, no es menos cierto que se ve impotente de resolver problemas políticos y humanitarios acuciantes por el ejercicio de ese privilegio a todas luces injusto, pues rompe el equilibrio de participación entre países que deben ser reconocidos entre iguales, y más en el seno de una organización de esta naturaleza. La Organización, en la que la Santa Sede ocupa el status de observadora, nació a raíz de la segunda Guerra Mundial para promover la paz, siendo un marco de entendimiento entre los países para afrontar y resolver los diferentes problemas que pudieran surgir entre ellos. Setenta años después de su fundación, tenemos referencias suficientes para reconocer los logros de la ONU pero también para asisitr, permanentemente, a sus grandes fracasos. La pérdida de los privilegios de unos pocos países en su seno se impone y se hace necesaria cada vez más tanto por razones humanitarias y razones de justicia como por razones de operatividad. Lo contrario no solo limita la eficacia de la Organización sino que enquista en su seno un verdadero anacronismo que le impide avanzar.
Columnas y artículos de opinión por Juan Segura. Vídeos producidos por el autor. Reflexiones y meditaciones sobre el evangelio de los domingos.
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sábado, 26 de septiembre de 2015
lunes, 29 de junio de 2015
¿POR QUÉ REVISAR LA FECHA DE LA PASCUA?
En la actualidad, considerada de extremo a extremo, la Semana Santa puede distanciarse hasta cuatro semanas en el calendario. En mi ya larga vida, lo más pronto que la he visto celebrar ha sido coincidiendo la fiesta de San José (19 de marzo) con el Domingo de Ramos; y la fecha más tardía que recuerdo es coincidiendo la fiesta de San Jorge (23 de abril) con el Domingo de Resurrección. Esa distancia se debe a cómo se den las fases lunares en la primavera. Hasta ahora, el primer domingo de la primavera que tenga luna llena es determinado como el Domingo de Pascua, y en torno a él se fijan el resto de fechas en el calendario. Sin embargo, este modo de cálculo es una desviación del modo de calcular la pascua judía. Y es que la pascua judía se establece el primer sábado de luna llena de la primavera. En la tradición cristiana, se dejó de santificar el sábado para celebrar las reuniones litúrgicas el domingo, día de la resurrección del Señor. Por esta razón, si la luna llena cambia de fase el domingo, la pascua judía y la cristiana diferirán cuatro semanas en el tiempo.
En el calendario cristiano, algunas fechas están establecidas con carácter simbólico y catequético. Por ejemplo, desconocemos totalmente la época del año y la fecha en que nació Jesús. Su celebración se hace coincidir con el solsticio de invierno porque es el día que el sol está más cerca de la tierra. Zacarías, en el cántico del Benedictus, se refiere a Jesús como "el sol que nace de lo alto". Además, el 25 de diciembre, las religiones paganas celebraban la fiesta del Sol Invencible. Así, la Iglesia significa que la noche de Navidad es aquella en la que Dios está más cerca del hombre, más cerca de la tierra; tanto, que irrumpe en ella con el nacimiento de su Hijo. En las antípodas de la Navidad, el 24 de junio, se celebra el nacimiento del Precursor, Juan el Bautista, quien afirma de Jesús: "Conviene que yo mengüe para que él crezca", siendo que a partir del solsticio de verano, la luz del día (Juan) comienza a menguar mientras que a partir del día de Navidad la luz del día (Cristo) comienza a crecer.
Ahora bien, con respecto a la Pascua cristiana hay una diferencia importante y es que sí conocemos la fecha del día exacto en que murió Jesús: el día siete de abril. Los testimonios históricos de la época avalan que Jesús murió la víspera de la pascua judía del año 33. Viendo el primer sábado de la primavera que tuvo luna llena, deducimos facilmente que la víspera (Viernes Santo) equivale a nuestro siete de abril. Es inevitable que ese día fluctúe entre los siete días de la semana, pero, si la propuesta papal sale adelante, el día 7 de abil caería siempre dentro de la Semana Santa y, en algunos años, sería, incluso, el propio día del Viernes Santo. El asunto tiene, por tanto, su razón de ser. A las razones históricas habría que añadir las razones prácticas que se derivarían en cuanto a la distribución de los trimestres en el calendario escolar, la estabilidad en las fechas de celebración de primeras comuniones, confirmaciones, romerías y otras celebraciones religiosas que dependen directamente de la fecha de la Pascua cristiana. Puesto que ya se abandonó la coincidencia con la pascua judía, no debería ser ahora mayor problema que la propuesta de Francisco fuera aceptada y aplicada en todo el mundo cristiano.
sábado, 22 de noviembre de 2014
"LOS HABRIENTOS DEL MUNDO PIDEN DIGNIDAD, NO LIMOSNA"
Esta afirmación la la hecho el Santo Padre Francisco ante la asamblea sobre
Nutirción de la FAO, delante de numerosos Jefes de Estado y autoridades
gubernamentales, reunidos en Roma. El Papa pronunció un impactante discurso
de unos quince minutos en el que afirmó que el problema del hambre en el
mundo tiene unos sujetos concretos y no se puede hablar de él en abstracto.
El Pontífice denunció que la producción de los alimentos se haya convertido
en una cuestión de mercado e, incluso de finanzas, cuando se trata de hacer
justicia. Francisco subrayó la paradoja del silogismo de que "hay
suficientes recursos para todos pero, sin embargo, esos recursos no llegan a
todos", reclamando una humanización del problema por medio del ejercicio de
la solidaridad. El Papa fue interrupido por los aplausos de los asitentes
hasta en tres ocasiones. Finalmente, el Pontífice relacionó el problema del
hambre en el mundo con el descuido de la tierra y del planeta. "Dios
perdona siempre; los hombres, alguas veces; la tierra no perdona nunca",
afirmó. El horizonte que se había marcado la ONU para la erradicación del
hambre en el mundo era el de 2015. La verdad es que esa fecha ya ha llegado
y el tema no se ha resuelto. ¿No siente vergüenza la humanidad de este
desajuste? El Papa pronunció la totalidad de su discurso en español.
sábado, 31 de mayo de 2014
EL PAPA, EN TIERRA SANTA: RESURRECCIÓN
miércoles, 26 de junio de 2013
PECADORES, SÍ; CORRUPTOS, NO
Mientras
el mundo entero se asombra y se admira con el fútbol español,
desplegado en diferentes competiciones internacionales y mundiales de
las selecciones respectivas de las diferentes edades de los
jugadores, Francisco acaba de cumplir cien
días
en la Sede Apostólica. Y lo hace prodigándose en llamamientos a la
autenticidad
de vida y de misión
en obispos y sacerdotes. Curiosamente, es justo el punto donde acabó
el pontificado de su antecesor, Benedicto XVI. El Papa alemán, en la
homilía del miércoles de ceniza, trasladada este año a la Basílica
de San Pedro por ser la última misa que celebraba en público como
Pontífice antes de hacer efectiva su renuncia, pedía a los obispos
y cardenales que se
olviden de hacer carrera en la Iglesia y se dediquen a ser pastores,
a llevar a cabo la misión que el Señor les encomendó en su día.
Fue, precisamente la renovación
de la curia romana
uno de los grandes temas que Ratzinger dejaba abiertos para que
acometiera su sucesor. Unos pocos días después de ser elegido, el
papa Francisco, en la homilía de la misa crismal el día de Jueves
Santo, se volvía a dirigir a los obispos y sacerdotes para pedirles
que sean
pastores
y no gestores; que deben “oler
a oveja”
dijo literalmente. El tono que usaba el papa era amable y casi dulce,
seguramente moderado con intención por ser los primeros días de su
papado y la primera Semana Santa que celebraba como Pontífice.
Ahora, sin embargo, el tono en el que habla el Papa se ha vuelto más
vehemente, sobre todo cuando se dirige a las multitudes de la Plaza
de San Pedro (audiencias de los miércoles, ángelus de los domingos
y misas ocasionales). Un tono muchísimo más monótono usa en actos
oficiales dentro del palacio apostólico. Pero ese tono sube cuando
habla a los pastores de la Iglesia, aunque sea en la capilla de la
residencia de Santa Marta.
La
web oficial de la Santa Sede (vatican.va)
recoge todas y cada una de las palabras que el Papa pronuncia en
cualquier ocasión y se puede acudir, por tanto a ella para comprobar
o ampliar esta o cualquier otra información acerca de sus palabras.
En muchas ocasiones, se ofrecen también los vídeos, que ayudan a
ver la entonación, los gestos y las expresiones que quiere enfatizar
y se pueden ver, así mismo, en otras páginas web de ámbito
católico. Hay momentos en los que el Santo Padre abandona la lectura
de sus papeles y glosa alguna de sus frases poniendo
gran impulso
en ellas. El pasado domingo, sin ir más lejos, lo hacía cuando
pedía a los jóvenes que no
dejen que les roben la esperanza y que no tengan miedo de ir
contracorriente
en esta sociedad. Lo hacía recordando la figura de San Juan
Bautista. Glosando su figura, el Papa dijo que hay dos formas de dar
la vida por Cristo y de ser mártires: la de dar
la vida en un solo acto
y la de entregarla día
a día en el servicio a los demás.
Estos también son mártires, dijo Francisco. Y añadió que quienes
padecen en este mundo las consecuencias por
defender
la justicia y la verdad,
como el Bautista, son mártires como él lo fue.
Pero,
como decía al principio, el Pontífice es tremendamente claro al
dirigirse a los obispos y sacerdotes. “Pecadores,
sí; corruptos, no”
llegó a afirmar con toda rotundidad. En esa misma homilía, el
sucesor de San Pedro se refirió a los pastores corruptos como “el
anticristo”,
apoyándose en una cita de las cartas del apóstol San Juan. Dijo de
ellos que se
han olvidado del amor con que Dios los creó
y que han
traicionado la misión
a la que fueron llamados por el Señor. El Papa dice estas cosas en
público, sin tapujos ni disimulos. Ha mostrado su respeto hacia los
creyentes de otras religiones y también hacia los ateos, de los que
dice que “son
buenos si hacen el bien”.
¿Y quién es capaz de negar la veracidad de esa afirmación? Si uno
que dice ser cristiano hace el mal en la Iglesia, en la sociedad o en
su vida, mientras que otro que dice ser agnóstico o ateo tiene una
conciencia ética exigente, es honesto y hace el bien a los demás,
¿quién
de los dos está más cerca de Dios?
¡Por favor, que sabemos bien lo que es recitar el Credo y no creer!
Y si no, vayan a las celebraciones del bautismo y lo verán una y
otra vez.
No
se puede prever un pontificado excesivamente dilatado en el caso de
Francisco, dada la edad del Sumo Pontífice, pero cada Papa firma los
nombramientos de nuevos obispos y elige a los miembros del colegio
cardenalicio conforme se van produciendo las vacantes. Pues bien,
hace tan solo tres días, el Papa reunió en el palacio apostólico a
150
nuncios apostólicos
en todo el mundo, que son los embajadores de la Santa Sede que
ostentan la representación diplomática de la misma en los distintos
países. Son los nuncios los que, en el mecanismo interno que la
Iglesia tiene para la elección de nuevos obispos, eligen
y proponen los candidatos al episcopado.
Pidió a los nuncios, en tono de ordenanza suplicada, que, al elegir
a los candidatos para obispo, propongan a los “que
no son ambiciosos, que no persigan el episcopado y que sean esposos
de una Iglesia, sin buscar constantemente otra”.
Y a ellos, a los nuncios, les pidió que
sean verdaderos pastores, que amen la pobreza y que no tengan la
psicología de los príncipes.
¡Qué directo es el Papa y cómo da en el clavo con sus discursos!
Al hilo de esto, Francisco no quiso acudir en el Vaticano al gran
concierto del Año de la Fe porque dijo no ser “un príncipe del
Renacimiento” para organizar y asistir a conciertos. Estos cien
días de papado han dado ya para narrar un incontable número de
anécdotas protagonizadas por Su Santidad, pero, a buen seguro, que
van a producirse constantemente mientras la lucidez le acompañe,
pues su estilo personal, además de muy
evangélico,
es, también, muy
singular
en todo lo que a los usos del papado y del Vaticano se refiere.
Mientras redacto este artículo, acabo de saber que el Pontífice ha
nombrado una
comisión para investigar el IOR
(Instituto para las Obras para la Religión), conocido como el “banco
vaticano”.
Y,
llegados a este punto, quiero
hacer una llamada de atención.
El nuevo estilo que Francisco está imprimiendo al papado, sus
postulados teológicos, su defensa de los más pobres, su firmeza con
respecto a las conductas de obispos y sacerdotes, la claridad del
contenido social de sus afirmaciones y su disposición a obrar con la
autoridad que le corresponde, le
están ganando enemigos dentro de la propia Igleisa.
Me contaban, por ejemplo, que en una conocida parroquia de ciudad, en
el momento de las preces, una persona pidió públicamente “por la
conversión del papa Francisco”. En algunos medios de la Red, de
estilo marcadamente conservador, se ha iniciado ya una
campaña en contra del Papa.
Sacerdotes que gustan colgar vídeos de sus misas o de sus prédicas
llegan a afirmar que el Papa anda equivocado en doctrina cristiana.
Otros que tienen sitios web (supuestamente al servicio de la
evangelización) se permiten recomendar “que el Papa aprenda de lo
que dice este sacerdote y tome buena nota de ello”. Y así, un
sinfín de descalificaciones hacia el
que ha sido elegido
-no lo olviden los creyentes- por
la acción del Espíritu Santo.
Francisco cita, de forma casi machacona, las frases de Bendicto XVI.
La voz de Francisco no es la de un profesor de teología, pero es
la voz autorizada del Sumo Pontífice,
sucesor de Pedro y cabeza de la unidad de la Iglesia universal. Su
doctrina no es contraria -por
supuesto- a la de la Iglesia católica. Su
voz es profética
porque hace una mayor incidencia en las cuestiones sociales en
comparación con otros pontífices. Pero, desde León XIII, la
doctrina social de la Iglesia es UNA sola y abundante.
Francisco no entra en contradicción alguna, sino que la
hace brillar aún más
actualizándola a nuestros días.
Quienes,
desde dentro de la Iglesia critican en público al Papa, deberían
mirarse interiormente.
Si celebran la Eucaristía, si reciben la comunión y no están a
favor de los pobres, no están recibiendo a Cristo. La comunión nos
lleva, indefectiblemente, a tomar
partido por los pobres, a denunciar la injusticia de los poderosos y
a defender al ser humano
-a cada ser humano y a todos los seres humanos- como imagen de Cristo
y como verdaderos hijos de Dios. ¿Aún no habéis entendido la
parábola del hijo pródigo? ¿Y la de los viñadores? ¿Y la visita
de Jesús a la casa de Simón el fariseo? ¿Sabéis que significan
las palabras “Misericordia quiero y no culto”? Pues aplicaos el
cuento, pero dejad de poner mal en la Iglesia; repasad
las encíclicas sociales de los Papas y la “Gaudium et Spes” del
Concilio Vaticano II.
Y después, habláis. Y si no estáis de acuerdo, os calláis y os
quedáis a la espera de que vengan para vosotros “tiempos mejores”,
pero no
sembréis más cizaña en la Iglesia.
Quien siembra la cizaña es el enemigo, el maligno; así lo dicen los
evnagelios. Muchas veces, se
hace un mejor servicio con el silencio que con el alboroto.
Tenéis derecho a discrepar o a poner el acento de la fe en otras
cuestiones, pero no
tenéis derecho alguno para desacreditar al que es la máxima
autoridad en la Iglesia ni a censurarle en público.
Sería mejor si cultivarais la virtud de la humildad.
jueves, 14 de marzo de 2013
FRANCISCO: UN PAPA DE NUEVOS AIRES
Aún no se ha cerrado el programa especial del "Habemus Papam" cuando me decido a escribir este artículo. Antes que nada he de reconocer mi más absoluto desconocimiento del cardenal Bergoglio, pero sí que sé algo ya del papa Francisco. Y sé lo que podemos saber todos por los pocos minutos en que ha esstado en el balcón de la logia de San Pedro. Es el lenguaje de los signos, además del lenguaje verbal, el que ha escogido para comunicarse por primera vez como Papa.
Lo primero que ha llamado la atención es su vestimenta. La cruz del pecho (llamada Pectoral) no era la cruz de oro de los Papas. Simplemente, era la misma que ha llevado como cardenal. Ha salido sin la estola; la ha usado únicamente en el momento de la Bendición Urbi et Orbi y se ha despojado de ella en cuanto ha terminado la bendición. Ha renunciado a vestir sobre los hombros la esclavina de terciopelo y armiño, que estaba preparada con el resto de los atributos papales. Por decirlo así -y es real-, ha aparecido con la ropa de "andar por casa". Se ha presentado como obispo de Roma, sin alusiones a los títulos de Pontífice o de Papa, aunque, naturalmente, lo es. Se ha dirigido a sus "diocesanos" antes que al mundo. Lo primero que ha hecho ha sido referirse a su antecesor Benedicto XVI y nos ha hecho rezar por él a todos. Antes de dar la bendición, nos ha hecho rezar para que Dios le bendiga antes a él; solo después nos ha dado la bendición a nosotros. El nombre elegido es también profético: Francisco. El santo de Asís es el santo de la pobreza y de la humildad. Volveré al tema del nombre, pero antes quiero referir otros comentarios.
Todos estos gestos nos hablan de sencillez, de austeridad personal y de gusto por la ascesis. Muchos hablan ahora de que puede recordar a Juan XXIII. No llegué a conocer "en directo" al "Papa Bueno", por eso quizás, a mí me recuerda a Juan Pablo I. De él destacaba su sencillez además de su sonrisa. No parece el nuevo Papa de una sonrisa fácil, pero sí de una sencillez comparable a la del papa Luciani. Me da que tenemos ahora en El Vaticano el espíritu de Juan Pablo I.
Quienes han sido sus feligreses en Argentina dicen de él que siempre se ocupa de los pobres, los marginados y los excluidos. Que denuncia en voz alta la injusticia, la exclusión de las personas, la existencia de compra-venta de seres humanos, las diversas formas de nueva esclavitud, la situación de los niños de la calle...
La primera vez. Es la primera vez que el papado sale del contiente europeo a excepción de los primeros siglos de la Iglesia. Es la primera vez que hay un Papa de Latinoamérica. La primera vez en la historia reciente que un Papa tiene el español como lengua materna. La primera vez que un Papa elige el nombre de Francisco. La primera vez que se elige un Papa jesuita.
No conozco si es avanzado o no en las cuestiones doctrinales, pero apuesto por un papado social y progresista; por un papado más de gestos, de testimonios que de palabras. Estoy también convencido de que no eludirá afrontar los temas más espinosos que afectan en estos momentos a la Iglesia Católica, véase la reforma de la Curia, la transparencia del banco vatincano (IOR), los escándalos de abusos sexuales por parte de sacerdotes u obispos y lo que contenga el informe del caso "Vatiliks".
Otro aspecto que creo que hay que tener en cuenta es la edad del nuevo Pontífice. Y es que en este año cumplirá los 77. Eso nos indica que podemos estar ante un pontificado de corta duración. Hay una especie de discordancia entre los plazos de dimisión obligatoria de los obispos y la edad máxima para poder ser elegido obispo de Roma, puesto que un obispo debe presentar su renuncia a los 75 años y la edad máxima para acceder al solio de San Pedro es de 80 años. En ese impás se encuentra el papa Francisco. Por una parte, él estaba a la espera de aceptación de su renuncia como arzobispo de Buenos Aires y, por otra parte, el hecho de que la normativa de la Iglesia no haga coincidir esos límites de edad, ha permitido que pueda ser elegio Papa por el colegio cardenalicio.
Aporto una aclaración como curiosidad, pero que es tal y como lo cuento. No es correcto hablar de Francisco I. Para que pueda ser "primero" es necesario que haya un "segundo". Cuando haya un segundo, el actual será primero. Puesto que es el único Francisco, es el papa Francisco, el único papa Francisco.
Concluyendo. Doy muchas gracias a Dios porque volvemos a tener un Papa. Estoy convencido, como hombre de fe, que el Espíritu Santo nos da al que necesitamos en cada momento y que es él quien nos ha dado hoy al papa Bertoglio. Toda la Iglesia expresa su alegría y júbilo en torno a su nuevo Pastor universal. El papado de Francisco es una puerta abierta de esperanza para la Iglesia y para el mundo. Estoy convencido y rezo para que la elección como Papa del arzobispo de Buenos Aires traiga nuevos aires a la Iglesia actual: "Un camino de fraternidad, unidad y confianza".
Lo primero que ha llamado la atención es su vestimenta. La cruz del pecho (llamada Pectoral) no era la cruz de oro de los Papas. Simplemente, era la misma que ha llevado como cardenal. Ha salido sin la estola; la ha usado únicamente en el momento de la Bendición Urbi et Orbi y se ha despojado de ella en cuanto ha terminado la bendición. Ha renunciado a vestir sobre los hombros la esclavina de terciopelo y armiño, que estaba preparada con el resto de los atributos papales. Por decirlo así -y es real-, ha aparecido con la ropa de "andar por casa". Se ha presentado como obispo de Roma, sin alusiones a los títulos de Pontífice o de Papa, aunque, naturalmente, lo es. Se ha dirigido a sus "diocesanos" antes que al mundo. Lo primero que ha hecho ha sido referirse a su antecesor Benedicto XVI y nos ha hecho rezar por él a todos. Antes de dar la bendición, nos ha hecho rezar para que Dios le bendiga antes a él; solo después nos ha dado la bendición a nosotros. El nombre elegido es también profético: Francisco. El santo de Asís es el santo de la pobreza y de la humildad. Volveré al tema del nombre, pero antes quiero referir otros comentarios.
Todos estos gestos nos hablan de sencillez, de austeridad personal y de gusto por la ascesis. Muchos hablan ahora de que puede recordar a Juan XXIII. No llegué a conocer "en directo" al "Papa Bueno", por eso quizás, a mí me recuerda a Juan Pablo I. De él destacaba su sencillez además de su sonrisa. No parece el nuevo Papa de una sonrisa fácil, pero sí de una sencillez comparable a la del papa Luciani. Me da que tenemos ahora en El Vaticano el espíritu de Juan Pablo I.
Quienes han sido sus feligreses en Argentina dicen de él que siempre se ocupa de los pobres, los marginados y los excluidos. Que denuncia en voz alta la injusticia, la exclusión de las personas, la existencia de compra-venta de seres humanos, las diversas formas de nueva esclavitud, la situación de los niños de la calle...
La primera vez. Es la primera vez que el papado sale del contiente europeo a excepción de los primeros siglos de la Iglesia. Es la primera vez que hay un Papa de Latinoamérica. La primera vez en la historia reciente que un Papa tiene el español como lengua materna. La primera vez que un Papa elige el nombre de Francisco. La primera vez que se elige un Papa jesuita.
No conozco si es avanzado o no en las cuestiones doctrinales, pero apuesto por un papado social y progresista; por un papado más de gestos, de testimonios que de palabras. Estoy también convencido de que no eludirá afrontar los temas más espinosos que afectan en estos momentos a la Iglesia Católica, véase la reforma de la Curia, la transparencia del banco vatincano (IOR), los escándalos de abusos sexuales por parte de sacerdotes u obispos y lo que contenga el informe del caso "Vatiliks".
Otro aspecto que creo que hay que tener en cuenta es la edad del nuevo Pontífice. Y es que en este año cumplirá los 77. Eso nos indica que podemos estar ante un pontificado de corta duración. Hay una especie de discordancia entre los plazos de dimisión obligatoria de los obispos y la edad máxima para poder ser elegido obispo de Roma, puesto que un obispo debe presentar su renuncia a los 75 años y la edad máxima para acceder al solio de San Pedro es de 80 años. En ese impás se encuentra el papa Francisco. Por una parte, él estaba a la espera de aceptación de su renuncia como arzobispo de Buenos Aires y, por otra parte, el hecho de que la normativa de la Iglesia no haga coincidir esos límites de edad, ha permitido que pueda ser elegio Papa por el colegio cardenalicio.
Aporto una aclaración como curiosidad, pero que es tal y como lo cuento. No es correcto hablar de Francisco I. Para que pueda ser "primero" es necesario que haya un "segundo". Cuando haya un segundo, el actual será primero. Puesto que es el único Francisco, es el papa Francisco, el único papa Francisco.
Concluyendo. Doy muchas gracias a Dios porque volvemos a tener un Papa. Estoy convencido, como hombre de fe, que el Espíritu Santo nos da al que necesitamos en cada momento y que es él quien nos ha dado hoy al papa Bertoglio. Toda la Iglesia expresa su alegría y júbilo en torno a su nuevo Pastor universal. El papado de Francisco es una puerta abierta de esperanza para la Iglesia y para el mundo. Estoy convencido y rezo para que la elección como Papa del arzobispo de Buenos Aires traiga nuevos aires a la Iglesia actual: "Un camino de fraternidad, unidad y confianza".
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