Mientras
el mundo entero se asombra y se admira con el fútbol español,
desplegado en diferentes competiciones internacionales y mundiales de
las selecciones respectivas de las diferentes edades de los
jugadores, Francisco acaba de cumplir cien
días
en la Sede Apostólica. Y lo hace prodigándose en llamamientos a la
autenticidad
de vida y de misión
en obispos y sacerdotes. Curiosamente, es justo el punto donde acabó
el pontificado de su antecesor, Benedicto XVI. El Papa alemán, en la
homilía del miércoles de ceniza, trasladada este año a la Basílica
de San Pedro por ser la última misa que celebraba en público como
Pontífice antes de hacer efectiva su renuncia, pedía a los obispos
y cardenales que se
olviden de hacer carrera en la Iglesia y se dediquen a ser pastores,
a llevar a cabo la misión que el Señor les encomendó en su día.
Fue, precisamente la renovación
de la curia romana
uno de los grandes temas que Ratzinger dejaba abiertos para que
acometiera su sucesor. Unos pocos días después de ser elegido, el
papa Francisco, en la homilía de la misa crismal el día de Jueves
Santo, se volvía a dirigir a los obispos y sacerdotes para pedirles
que sean
pastores
y no gestores; que deben “oler
a oveja”
dijo literalmente. El tono que usaba el papa era amable y casi dulce,
seguramente moderado con intención por ser los primeros días de su
papado y la primera Semana Santa que celebraba como Pontífice.
Ahora, sin embargo, el tono en el que habla el Papa se ha vuelto más
vehemente, sobre todo cuando se dirige a las multitudes de la Plaza
de San Pedro (audiencias de los miércoles, ángelus de los domingos
y misas ocasionales). Un tono muchísimo más monótono usa en actos
oficiales dentro del palacio apostólico. Pero ese tono sube cuando
habla a los pastores de la Iglesia, aunque sea en la capilla de la
residencia de Santa Marta.
La
web oficial de la Santa Sede (vatican.va)
recoge todas y cada una de las palabras que el Papa pronuncia en
cualquier ocasión y se puede acudir, por tanto a ella para comprobar
o ampliar esta o cualquier otra información acerca de sus palabras.
En muchas ocasiones, se ofrecen también los vídeos, que ayudan a
ver la entonación, los gestos y las expresiones que quiere enfatizar
y se pueden ver, así mismo, en otras páginas web de ámbito
católico. Hay momentos en los que el Santo Padre abandona la lectura
de sus papeles y glosa alguna de sus frases poniendo
gran impulso
en ellas. El pasado domingo, sin ir más lejos, lo hacía cuando
pedía a los jóvenes que no
dejen que les roben la esperanza y que no tengan miedo de ir
contracorriente
en esta sociedad. Lo hacía recordando la figura de San Juan
Bautista. Glosando su figura, el Papa dijo que hay dos formas de dar
la vida por Cristo y de ser mártires: la de dar
la vida en un solo acto
y la de entregarla día
a día en el servicio a los demás.
Estos también son mártires, dijo Francisco. Y añadió que quienes
padecen en este mundo las consecuencias por
defender
la justicia y la verdad,
como el Bautista, son mártires como él lo fue.
Pero,
como decía al principio, el Pontífice es tremendamente claro al
dirigirse a los obispos y sacerdotes. “Pecadores,
sí; corruptos, no”
llegó a afirmar con toda rotundidad. En esa misma homilía, el
sucesor de San Pedro se refirió a los pastores corruptos como “el
anticristo”,
apoyándose en una cita de las cartas del apóstol San Juan. Dijo de
ellos que se
han olvidado del amor con que Dios los creó
y que han
traicionado la misión
a la que fueron llamados por el Señor. El Papa dice estas cosas en
público, sin tapujos ni disimulos. Ha mostrado su respeto hacia los
creyentes de otras religiones y también hacia los ateos, de los que
dice que “son
buenos si hacen el bien”.
¿Y quién es capaz de negar la veracidad de esa afirmación? Si uno
que dice ser cristiano hace el mal en la Iglesia, en la sociedad o en
su vida, mientras que otro que dice ser agnóstico o ateo tiene una
conciencia ética exigente, es honesto y hace el bien a los demás,
¿quién
de los dos está más cerca de Dios?
¡Por favor, que sabemos bien lo que es recitar el Credo y no creer!
Y si no, vayan a las celebraciones del bautismo y lo verán una y
otra vez.
No
se puede prever un pontificado excesivamente dilatado en el caso de
Francisco, dada la edad del Sumo Pontífice, pero cada Papa firma los
nombramientos de nuevos obispos y elige a los miembros del colegio
cardenalicio conforme se van produciendo las vacantes. Pues bien,
hace tan solo tres días, el Papa reunió en el palacio apostólico a
150
nuncios apostólicos
en todo el mundo, que son los embajadores de la Santa Sede que
ostentan la representación diplomática de la misma en los distintos
países. Son los nuncios los que, en el mecanismo interno que la
Iglesia tiene para la elección de nuevos obispos, eligen
y proponen los candidatos al episcopado.
Pidió a los nuncios, en tono de ordenanza suplicada, que, al elegir
a los candidatos para obispo, propongan a los “que
no son ambiciosos, que no persigan el episcopado y que sean esposos
de una Iglesia, sin buscar constantemente otra”.
Y a ellos, a los nuncios, les pidió que
sean verdaderos pastores, que amen la pobreza y que no tengan la
psicología de los príncipes.
¡Qué directo es el Papa y cómo da en el clavo con sus discursos!
Al hilo de esto, Francisco no quiso acudir en el Vaticano al gran
concierto del Año de la Fe porque dijo no ser “un príncipe del
Renacimiento” para organizar y asistir a conciertos. Estos cien
días de papado han dado ya para narrar un incontable número de
anécdotas protagonizadas por Su Santidad, pero, a buen seguro, que
van a producirse constantemente mientras la lucidez le acompañe,
pues su estilo personal, además de muy
evangélico,
es, también, muy
singular
en todo lo que a los usos del papado y del Vaticano se refiere.
Mientras redacto este artículo, acabo de saber que el Pontífice ha
nombrado una
comisión para investigar el IOR
(Instituto para las Obras para la Religión), conocido como el “banco
vaticano”.
Y,
llegados a este punto, quiero
hacer una llamada de atención.
El nuevo estilo que Francisco está imprimiendo al papado, sus
postulados teológicos, su defensa de los más pobres, su firmeza con
respecto a las conductas de obispos y sacerdotes, la claridad del
contenido social de sus afirmaciones y su disposición a obrar con la
autoridad que le corresponde, le
están ganando enemigos dentro de la propia Igleisa.
Me contaban, por ejemplo, que en una conocida parroquia de ciudad, en
el momento de las preces, una persona pidió públicamente “por la
conversión del papa Francisco”. En algunos medios de la Red, de
estilo marcadamente conservador, se ha iniciado ya una
campaña en contra del Papa.
Sacerdotes que gustan colgar vídeos de sus misas o de sus prédicas
llegan a afirmar que el Papa anda equivocado en doctrina cristiana.
Otros que tienen sitios web (supuestamente al servicio de la
evangelización) se permiten recomendar “que el Papa aprenda de lo
que dice este sacerdote y tome buena nota de ello”. Y así, un
sinfín de descalificaciones hacia el
que ha sido elegido
-no lo olviden los creyentes- por
la acción del Espíritu Santo.
Francisco cita, de forma casi machacona, las frases de Bendicto XVI.
La voz de Francisco no es la de un profesor de teología, pero es
la voz autorizada del Sumo Pontífice,
sucesor de Pedro y cabeza de la unidad de la Iglesia universal. Su
doctrina no es contraria -por
supuesto- a la de la Iglesia católica. Su
voz es profética
porque hace una mayor incidencia en las cuestiones sociales en
comparación con otros pontífices. Pero, desde León XIII, la
doctrina social de la Iglesia es UNA sola y abundante.
Francisco no entra en contradicción alguna, sino que la
hace brillar aún más
actualizándola a nuestros días.
Quienes,
desde dentro de la Iglesia critican en público al Papa, deberían
mirarse interiormente.
Si celebran la Eucaristía, si reciben la comunión y no están a
favor de los pobres, no están recibiendo a Cristo. La comunión nos
lleva, indefectiblemente, a tomar
partido por los pobres, a denunciar la injusticia de los poderosos y
a defender al ser humano
-a cada ser humano y a todos los seres humanos- como imagen de Cristo
y como verdaderos hijos de Dios. ¿Aún no habéis entendido la
parábola del hijo pródigo? ¿Y la de los viñadores? ¿Y la visita
de Jesús a la casa de Simón el fariseo? ¿Sabéis que significan
las palabras “Misericordia quiero y no culto”? Pues aplicaos el
cuento, pero dejad de poner mal en la Iglesia; repasad
las encíclicas sociales de los Papas y la “Gaudium et Spes” del
Concilio Vaticano II.
Y después, habláis. Y si no estáis de acuerdo, os calláis y os
quedáis a la espera de que vengan para vosotros “tiempos mejores”,
pero no
sembréis más cizaña en la Iglesia.
Quien siembra la cizaña es el enemigo, el maligno; así lo dicen los
evnagelios. Muchas veces, se
hace un mejor servicio con el silencio que con el alboroto.
Tenéis derecho a discrepar o a poner el acento de la fe en otras
cuestiones, pero no
tenéis derecho alguno para desacreditar al que es la máxima
autoridad en la Iglesia ni a censurarle en público.
Sería mejor si cultivarais la virtud de la humildad.
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