Cuando ya los Reyes Magos han dejado los regalos en los balcones y ventanas de los niños españoles, algún que otro concejal de IU ha lucido las barbas postizas en las cabalgatas del día cinco de enero. Cuando la Navidad estaba al caer, algunos de sus diputados levantaron la polvareda de turno, que unos u otros repiten año tras año, situándose con su gran cultura y sapiencia por encima de la Navidad, tan poco democrática cuando muestra su vertiente religiosa. Todo fue porque el Presidente del Congreso de los Diputados incluyó en su tarjeta de felicitación una minuatura del siglo XV que representa la escena del Nacimiento. Bueno, pues armaron la "marimorena" ante semejante despropósito de la imposición religiosa a todos los diputados y acabaron recomendando al sr. Posada que se guarde la miniatura para verla en su intimidad.
Veamos. El Congreso de los Diputados está configurado en España por 350 diputados. De ellos, en la actualidad, Izquierda Unida tiene once, lo que mejora muchisimo su representación en la legislatura anterior que, si no me engaño, estaba en un solo diputado. Pero no, no quiero minimizar su presencia; es de justicia hablar de su representación actual y no de la de otras etapas legislativas. Once diputados sobre 350 del total, suponen una representación del 3,14. Puesto que los escaños son la representación de la población española, podemos obtener los porcentajes de la misma. Tomando como totalidad de la población española cuarenta y seis millones de habitantes -aunque es algo superior-, Izquierda Unida tiene una representación de 1,44 millones de españoles. Es, más o menos, el equivalente a la ciudad de Valencia.
Analicemos brevemente. La palabra "NA-VI-DAD" es un apócope de la palabra NA-TI-VI-DAD. No menciona de quién, pero no es necesario. En la anterior legislatura, el Gobierno de Zapatero quiso suprimir la palabra del calendario escolar y pretendió llamarla "fiestas de invierno" o "vacaciones de invierno". Igual que en otros terrenos han jugado con el lenguaje y con los conceptos, cayeron en el absurdo y el ridículo al querer suprimir o modificar el concepto de "Navidad". La palabra, en inglés, menciona el nombre de Cristo (Christ-mas viene de Christus); en italiano es "Natale", haciendo referencia al alumbramiento de Jesucristo; y así sucesivamente. Luego, que cada uno celebre lo que quiera y viva con lilbertad estas fiestas según sus costumbres, creencias o descreencias. Pero lo que no se puede es tratar de inmponer a todos una sola forma de ver las cosas, porque, insisto, la propia palabra, en este caso, expresa su significado y su cocepto. Si hiciéramos caso a este 3,14 de los representantes del pueblo, habría que prohibir que sonasen en espacios públicos y en la radio y TV públicas melodías como "Noche de Paz", "Adeste Fideles"; la Orquesta de RTVE debería suprimir todo su repertorio religioso, incluido el "Aleluya" de Häendel, Réquiem de Mozart y mucho más; habría que prohibir las reproducciones de escenas de obras pictóricas con temática navideña en los sellos de correos o en los décimos de la lotería de Navidad o de El Niño; y así un largo etcétera de cosas. Me temo que este tipo de medidas han ocurrido solo en países donde no se respetaban, precisamente las libertades de las personas. En España y en este momento sería, desde luego, caer en lo ilógico y en el absurdo.
Estoy convendio de que lo que yo piense no va a tener repercusión alguna en ninguna formación política ni en la política nacional, pero pienso algo más que no quiero dejar de exponer. La izquierda política se caracteriza, al menos en la teoría, por el favorecimiento de las políticas sociales. La iglesia Católica es la institución que mayor obra y acción social desarrolla en nuestro país. Si éste es un punto en común y España está atravesando unos momentos de especial sufrimiento social, ¿por qué en lugar de tirarnos pedradas por cuestiones ideológicas no unimos nuestras fuerzas en una acción social coordinada y conjunta? Desde luego, la mayor beneficiaria sería la población española y, entre ella, los más pobres y necesitados. ¿No es eso, al fin y al cabo, lo que buscamos unos y otros? Es verdad que esta colaboración se da en no pocos ayuntamientos, donde la política se ejerce más a pie de calle, pero ¿por qué no hacer lo mismo en un gran pacto nacional? Después, que cada uno crea libremente en lo que quiera, pero los pobres nos reclaman a unos y otros y estamos perdiendo la oportunidad de unir fuerzas para favorecerles con mucha mayor eficacia. Y es que todas las izquierdas tienen una representación muy muy amplia en el Parlamento y en la sociedad española. Muy pocos verían ese pacto con malos ojos.
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