martes, 2 de septiembre de 2008

LA EXPO DE ZARAGOZA


Justo ahora, cuando agosto se despide, faltan dos semanas para que Expo Zaragoza 2008 cierre sus puertas. Será momento para hacer balances más completos y exactos, pero, cumplidos 5/6 de los tiempos de la muestra, podemos sacar unas cuantas conclusiones con un margen de error bastante corto. Por ejemplo, que los que no creían que se fuera a hacer bien se han equivocado. Ha sido un éxito en sí misma y ha supuesto un motor inequívoco de desarrollo para la ciudad de Zaragoza. Se espera que en el tiempo que falta hasta su clausura aumente todavía la afluencia de público. Así lo confirma el hecho de que el último sábado de agosto hubo de cerrar taquillas porque habían entrado 120.000 personas y el recinto no puede albergar a más. Se enviaron mensajes SMS a los teléfonos móviles de las personas que sacaron pase de temporada para informarles de que ese día el aforo estaba completo y no se daría entrada a más gente, teniendo que cancelar, igualmente, la venta de entradas nocturnas, en el día en que actuaba Juan Luis Guerra. Ya la noche anterior hubo una saturación con el recital de Mª Dolores Pradera y Los Sabandeños. Finalmente, la cifra de visitantes se aproximará a los seis millones, tal como la organización había previsto.

Han participado en ella 108 países. Junto con las empresas patrocinadoras y los organismos oficiales, la Expo ha contado con 140 pabellones. Casi todos ellos se han ajustado al lema de la exposición: “Agua y desarrollo sostenible”, de modo que la visita de los pabellones suponía conocer cómo se afronta el problema del agua en las distintas zonas del planeta, y ayudaba a tomar conciencia del problema medioambiental y de los conflictos que va a acarrear el cambio climático. Por primera vez en una Exposición del BIE, la organización se ha encargado de la construcción de los pabellones, de modo que no había en el recinto decenas de ellos, sino seis grandes edificios en los que se distribuían temáticamente por elementos naturales (agua, ríos, viento, lluvia…) los 140 espacios expositivos. Esto ha permitido darle una unidad estética en cuanto a la arquitectura y reducir notablemente la superficie necesaria para su desarrollo. También ha contribuido a ello el hecho de ser la primera vez que una Expo se levanta en dos alturas. Aunque, en realidad, son tres, pues todo el subsuelo alberga un centro inmenso de seguridad desde el que se vigila el recinto con las 350 cámaras de vídeo, se coordinan servicios sanitarios y de emergencias y se vela por la seguridad de la Muestra. Junto a los pabellones, en una calle contigua, Expoagua ha creado las plazas temáticas (agua extrema, sed, ciudades de agua, agua e ingenio, oikos, el faro…) además de varios espacios dedicados a talleres infantiles y actividades como poder jugar con el agua o introducirse en un bosque tropical a través de sus diferentes sonidos. La Expo ha sido también un espectáculo completo. A lo largo de sus 93 días ha producido en su recinto y en la ciudad de Zaragoza más de 5000 actuaciones. Además, su presencia ha movido indirectamente a eventos importantes en diferentes espacios de la ciudad y a exposiciones temáticas en diversos museos, conciertos de órgano en las dos catedrales, música clásica en el auditorio, actuaciones de folclore étnico en la ciudad, y muchas cosas más.

Cuatro han sido las grandes estructuras que la Expo deja como legado en su recinto. El Pabellón Puente se extiende más de 200 metros sobre el río Ebro y es el único puente del mundo que es, todo él, un edificio y puede ser habitado. Se trata de una construcción original y vanguardista, obra de una reconocida arquitecta iraní. IberCaja lo compra cuando acabe la muestra. La Torre del Agua es el edificio más emblemático de la Expo. Con 78 metros de altura, no alcanza a las torres del Pilar (92 metros), pero es visible desde toda la ribera del Ebro. Su planta tiene la forma de una gota de agua. Su exterior es completamente acristalado y unas chapas blancas que rodean cada una de sus alturas le dan dinamismo y volatilidad a su perímetro. Es un edificio sencillo, hueco y que tan solo alberga una exposición en su planta baja. A lo largo de sus galerías cuelga una original estructura de metal que representa la visión de una gota de agua desde la lente de un microscopio. Caja Inmaculada se hace con el edificio cuando acabe la Exposición. El Puente del Tercer Milenio, junto al recinto Expo, es también una estructura moderna y futurista, muy estética, y cierra el tercer cinturón de la ciudad. Era una obra pendiente y supone un nuevo puente sobre el río, al que habría que añadir la pasarela peatonal de Manterola, cuya construcción ha sido debida, igualmente, a la celebración de la muestra internacional. Finalmente, el gran Parque el Ebro, al lado de la Expo, cuenta con 120 hectáreas de zona verde, y 25.000 árboles. Junto a él han estado los edificios de la Villa Expo, centros de prensa y otros. Cuenta con diversos espacios lúdicos como campo de golf, canal de aguas bravas, playa fluvial y diversas instalaciones para el recreo y las actividades deportivas.

Zaragoza se ha transformado en algo más de dos años. La recuperación de las riberas del Ebro ha sido algo espectacular e inesperado. La cantidad de obras y de iniciativas que ha generado la Exposición Internacional ha hecho realidad muchas cosas que, sin ella, no hubieran existido jamás. Es cierto que ha hecho subir los precios en hostelería sobre todo, pero la acometida de tantas obras como ha generado, ha retrasado hasta el otoño el impacto de la crisis económica y laboral que en otras regiones lleva meses afectando.

Y, aun siendo todo muy importante, todo esto es lo que se puede ver con tal que uno no sea ciego. Pero lo más importante casi no se ve o se ve mucho menos. En nuestros brazos y manos podemos ver las venas que hay en nosotros, pero no vemos la sangre que corre por ellas y las hace estar vivas. La sangre que ha circulado estos meses por las venas de la Expo de Zaragoza es la Tribuna del Agua. Ha sido un foro de respuestas, debate y aportaciones al problema del agua y del medio ambiente en la tierra. En ella han intervenido 221 conferenciantes de 47 países distintos; 2000 expertos de los cinco continentes; 280 horas de conferencias y debates; 52 horas de videoconferencias con Asia, África e Iberoamérica; 10 documentos centrales de conclusiones y propuestas; 186 horas de programación audiovisual y 32.000 participantes. Antonio Gala, Ana María Matute o Paulo Coelho han cantado en la Tribuna del Agua, con sus creaciones literarias, a la tierra y al agua. Y no sólo esto, sino que el contenido de sus diez semanas temáticas y el Simposio Internacional sobre agua y desarrollo sostenible, darán lugar al final de la Exposición a la llamada “Carta de Zaragoza”. Este documento brindará las pautas que contribuirán a un nuevo estado de la cuestión en materia de agua y desarrollo sostenible frente a los desafíos que ya anticipa el presente siglo. La Carta de Zaragoza será ofrecida desde la Expo al mundo y espera las adhesiones y los apoyos de terceros, de socios y de amigos, de políticos y de instituciones, que permitan crecer y potenciar el mensaje de esta Carta en beneficio del planeta. La elección del tema de la Exposición fue un acierto; la elección de nuestra ciudad también lo fue; el desarrollo de la Expo lo ha sido igualmente. Quizás el mejor fruto de esta muestra, además de ayudar a crear una conciencia sensible al medio ambiente, sea la posibilidad de convertirse en un elemento de referencia a la hora de afrontar la problemática del agua y el desarrollo sostenible en el mundo. En Zaragoza se han compartido experiencias creativas tanto como originales y viables. En Zaragoza se han aportado soluciones. Pero en Zaragoza, sobre todo, se ha manifestado una voluntad clara y rotunda de abordar estas cuestiones con toda la seriedad y rigor que requieren para el presente y para el futuro.

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