miércoles, 2 de julio de 2008

SOY ESPAÑOL, ESPAÑOL...

Éste ha sido el grito de la Selección Española de Fútbol tras haber conquistado en Viena la Copa de Europa de Naciones. Los nuevos campeones de Europa rompieron el maleficio de la Selección Española, que no se hacía con el título desde hacía 44 años y que, en las últimas competiciones continentales y mundiales no pasaba de los cuartos de final. En la última fase de esta Eurocopa, España ha jugado seis partidos y los ha ganado todos. Apeó en cuartos de final a la actual campeona del mundo (Italia), le encajó tres goles en semifinales (otros cuatro en octavos de final) a la Selección Rusa, y, definitivamente, venció por 0-1 en la final a la actual subcampeona, la Selección de Alemania. El gol de Fernando Torres (el “Niño”) en el minuto 33, anotado en una bolea desde el borde del área, llevó a toda la afición española al delirio cuando, al pitar el final del partido, el capitán, Iker Casillas, levantara en alto la copa de Europa ante los Reyes de España. Pero hay más. David Villa –jugador exzaragocista-, que se perdió la final por lesión, fue el mayor anotador de la Eurocopa. Xavi Hernández ha sido declarado por la UEFA el mejor jugador de esta edición de la Copa de Europa. El guardameta Casillas paró dos penaltis ante los lanzadores italianos tras la prórroga en cuartos. España es la que más goles ha marcado y la que menos ha encajado… Luis Aragonés, el sabio y empecinado entrenador y seleccionador había respondido a las numerosas voces que pedían su sustitución, antes de esta hazaña, que se iría después de la Eurocopa 2008.

Y hasta aquí, la crónica futbolística del evento. Pero quiero fijarme en un aspecto que los españoles comprenderemos a la perfección y que es difícil de transmitir a cualquier no español que lea estas líneas. No obstante, trataré de explicarlo. El sentimiento patriótico produce en España un pudor en otras partes desconocido. El alemán puede alardear de ser alemán, el francés de ser francés, y todos, de ser lo que son. Pero el español siente estas cosas por dentro aunque su manifestación pública no está bien vista. La bandera, el himno o la figura del Rey, principales símbolos nacionales, se aman pero en la intimidad. El que hace gala de ellos en público es, generalmente, tachado de no que no desea. En 1936, el levantamiento del ejército contra la Segunda República en España, llevó a una guerra fratricida hasta 1939. Los sublevados, que fueron los vencedores, se apropiaron de los símbolos nacionales, haciendo ver que todos los del otro bando no eran patriotas. Esta idea se alimentó durante los casi cuarenta años que duró la dictadura militar del general Franco. Tan dueños se sintieron de los símbolos nacionales, que llegaron, incluso, a modificar el escudo de España. Por supuesto, de forma unilateral, por su parte. A su bando le autodenominaron el bando de “los nacionales”, pues ellos eran “los que habían salvado la nación”. Pero, claro, todos los demás no eran nacionales, sino “los destructores de la nación”. Tal es así que, cuando, a mediados de los setenta, tras la muerte de Franco y la restauración de la Monarquía, Adolfo Suárez procedió a la legalización de los partidos, tuvo que partir de que socialistas y comunistas aceptasen como innegociable el reconocimiento del himno y de la bandera bicolor como símbolos nacionales genuinos. Algunos republicamos, todavía hoy, dicen no tragar la bandera rojo y gualda, pues la suya era rojo, amarillo y morado, y todavía la muestran en ciertas manifestaciones, aunque nunca de manera oficial.

Por otra parte, está la composición de España. España es el resultado de la unión y anexión de varios reinos y de diferentes pueblos. La España actual viene de los siglos XV y XVI, cuando el matrimonio de Fernando e Isabel, los Reyes Católicos, conllevó también la unión de los reinos de Aragón y Castilla. Quinientos años más tarde, la España de las Autonomías reconoce las diferentes regiones y nacionalidades y las dota de importantes cotas de autogobierno, bajo un solo Estado español. Pero esta idea no es del todo aceptada en las Autonomías con mayor sentido de identidad propia. Cataluña y País Vasco son los más radicales en esto. Una parte importante de su población dice no sentirse española, sino catalana o vasca y aspira a que sus autonomías sean reconocidas como estados propios, segregándose, así, del Estado español. Este mismo sentimiento se da, en medida muchísimo menor, en otras autonomías como Galicia, Andalucía o la propia Aragón. Pero, sobre todo, los catalanes y vascos radicales, nos han hecho creer que les hemos impuesto los demás la idea de España, que nos les deja ser ellos mismos, y que se ven forzados a vivir con una nacionalidad con la que no se identifican, oprimidos por un Estado al que no quieren pertenecer. De modo que, en todas las instituciones democráticas, en las que participan según la proporción de votos que reciben, proclaman el valor de ser catalán o vasco y la devaluación de sentirse español. Ante lo que ellos llaman el “nacionalismo español”, no sólo no se identifican, sino que se sienten víctimas de él. Estas dos razones hacen que enaltecer los símbolos nacionales en España provoque enseguida el rechazo en público de los líderes de los partidos nacionalistas. Así que, en muchos casos, no nos vemos con la libertad de podernos manifestar públicamente como españoles orgullosos de serlo, si no queremos vernos descalificados o si no queremos ser tachados de franquistas. Esto, puesto en el papel, no dice mucho, pero, vivido en la realidad, es una fuente de coacción importante y permanente. Tengamos en cuenta que estas ideas las defiende la banda terrorista ETA a través de la violencia, con bombas y metralletas. Incluso, en algunos momentos, ha llegado a amenazar de muerte a jugadores vascos por vestir la camiseta de España.

Por eso, lo que no consigue la política, lo acaba de hacer el fútbol. El logro del título de Campeones del Europa ha provocado una catarsis nacional a escala mayúscula. Todo el mundo tararea el himno nacional (no tiene letra), todo el mundo muestra banderas royo y gualda, todo el mundo grita “viva España”, y todo el mundo canta ya con la Selección “soy español, español…” Y todo, sin que pase nada, sin amar revuelo alguno. Hasta algunos nacionalistas acérrimos han sentido algo de orgullo español en estos días. Toda España, de Norte a Sur y de Este a Oeste, ha vibrado estos días y ha celebrado de las formas más diversas el acontecimiento. Los héroes de la “Roja” han despertado, aunque sea por unos días, el sentimiento español más genuino. Han logrado lo que no pueden ni los políticos ni nadie más. Después de unos días, todo volverá a lo anterior, pero esta experiencia ya habrá sido vivida y nadie la podrá borrar. ¡Felicidades, campeones!

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