Barcelona, desbordada por un millón de personas en una de las mayores manifestaciones de su historia. Foto agencia EFE. |
Algunas personas creyeron que, por pertenecer a un
territorio, eran mejores que otras, que son menos dignas porque no pertenecen a
su territorio. Y entonces empezaron a odiarlas, a crear mentiras a su medida, a
inventarse una historia falsa que les complacía más que la historia real porque
los exaltaba sobre las demás personas, y les enseñaron a los niños esa otra
historia, y les enseñaron a creerse mejores que los demás, a los que tacharon
de opresores, y a odiarlos. Y los odiaron tanto, que quisieron separarse de
ellos sin contar con ellos. Y buscaron el reconocimiento de los del mundo de
fuera, pero los del mundo de fuera les hicieron ver que ellos mismos son parte
de esa realidad a la que habían odiado y que, fuera de ella, no son nada, nada
especial y nada del otro mundo.
Entonces, algunas
personas empezaron a despreciar a los que no les daban la razón. Y se
dividieron las familias, se dividieron los grupos de amigos, rompieron
asociaciones, partieron su tierra en dos, su gente en dos, y se quedaron en
minoría. Pero esas personas ostentaban un poder, y entonces decidieron emplear
sus instituciones de poder para imponer su visión a todos, e intentaron cambiar
para siempre la realidad de su tierra sin contar con la visión de los demás.
Quisieron romper una realidad social y política de más de cinco siglos sin
diálogo, sin convencer, solamente desde la imposición. Y elaboraron una
estrategia para maquillar sus intenciones de democracia. Pero era una democracia
falsa, era mentira, era engaño. Era el planteamiento de unos pocos contra
todos.
Y esos pocos, desde
sus estructuras de poder, convocaron una votación como estrategia; una votación
que fue declarada fuera de la ley por los tribunales. Pero desobedecieron, y
sacaron urnas que no eran transparentes y que estaban llenas de papeletas antes
de la votación. Y algunas personas votaron tres, cuatro y hasta cinco veces en
lugares distintos. Y en muchos puntos salieron más papeletas que gente había en
el censo. Y se enfrentaron a las fuerzas de seguridad enviadas por los jueces
de su tierra; y sacaron fotos de otras situaciones, fotos con sangre, para
decir que habían sido agredidos, que habían sido reprimidos con violencia, que
habían cargado contra ellos; para decir que “esos otros” son los malos y que
ellos son los buenos. Y tomaron las calles con gritos y con insultos, rodearon
a los agentes en sus jefaturas, en sus hoteles; querían impedir que
descansaran. E intimidaron a los propietarios de algunos hoteles y les
obligaron a cerrar porque les amenazaron con hacerlos arder; y echaron de
algunos hoteles a los agentes porque eran “de los otros”. Y los hijos de los
agentes eran insultados y señalados en sus colegios; y algunos maestros los
avergonzaban delante de sus compañeros y les decían que si no les daba
vergüenza “lo que ha hecho tu padre”. Y los niños de los agentes se llenaron de
terror y no querían volver a ir al colegio. Y las autoridades de esa tierra
convocaron y animaron a una huelga general; intimidaban a los que querían
trabajar, montaron barricadas, cortaron carreteras con neumáticos que ardían y
obligaban a cerrar comercios y otros centros de trabajo.
Y el Jefe del Estado
salió esa noche en televisión para defender el orden democrático de todos, la
Constitución de todos, el Estado de Derecho al que pertenecen y la unidad de su
territorio como un valor que salvaguardar; y recordó a las autoridades de ese
territorio rebelado que se habían apropiado de las instituciones democráticas
en favor de sus propios intereses y contra la mitad de la población de su
territorio; y les recordó también que en ese Estado se pueden defender todas
las ideas, con la única condición de que se respete la ley, porque es la ley
que ampara los derechos de todos porque la habían aprobado entre todos.
Y como no tenían el
apoyo internacional que habían buscado, quisieron pedir la intervención del
Papa para mediar en el conflicto. Pero el Papa les recordó que no reconoce como
legítima su aspiración porque pertenecen a un Estado democrático que
salvaguarda los derechos de todos y que no se trata de una descolonización. Y,
con el paso de los días, la prensa puso al descubierto las mentiras con que
habían construido su relato de los acontecimientos; salió a la luz el fraude de
la votación no reconocida por la ley que habían celebrado aquel día; y esas
autoridades terminaron de perder toda la credibilidad que pretendían obtener en
esas jornadas. Pero esas autoridades, en vez de rectificar, jugaron a que
adivinemos qué día iban a proclamar una declaración unilateral de
independencia. Y las empresas de ese territorio comenzaron a marcharse y a
afincarse en otros lugares buscando una seguridad jurídica y fiscal que ya no
tenían. Y los bancos abandonaron las que habían sido hasta entonces sus sedes;
y sus ciudadanos empezaron a salir a las provincias limítrofes buscando una
seguridad para su dinero y sus ahorros. Y las bolsas de todo el país bajaron y
las empresas perdieron miles de millones; y se encareció la deuda de todo el
país porque subió la prima de riesgo. Y se comenzó a ver la realidad de la
entelequia que, durante años, habían montado y habían querido hacer creer, un
derecho que no es tal, una aspiración que nadie reconoce, un invento de
conveniencia.
Y la gente que
llevaba años oprimida y tenía que soportar el adoctrinamiento hacia el odio de
sus paisanos, perdió el miedo; y tomó las calles; y empezó a hablar por todo lo
que habían callado; a hablar, a gritar, a cantar: “No somos fachas, somos
españoles”. Y hubo concentraciones multitudinarias en todo el país, apoyando a
la parte mayoritaria de esa tierra a la que habían intimidado, silenciado e
ignorado. Y españoles celebraron concentraciones en Londres, en París, en
Bruselas. Y los que acostumbraban a arrogarse la representación de todos los de
esa tierra, comenzaron a ver que la realidad era otra; que, en verdad, no la
representaban tanto como decían. Ahora hay una tensa calma a la espera de
acontecimientos, pero en esta semana, algo ha cambiado en España y en Cataluña.
Ahora ya no parecen las de antes.
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