lunes, 27 de octubre de 2014

LIMÓN, ROMERO Y EL ÉBOLA

   Las agrias declaraciones de Javier Limón, marido de Teresa Romero, aún desde el hospital Carlos III de Madrid, contrastan con la eficacia de la realidad. Teresa es una de las personas que atendió a uno de los misioneros españoles repatriados de África con el virus del ébola y que murieron pocos días después, resultando ella también infectada. Los primeros síntomas pueden confundirse con una gripe y así la diagnosticaron en el centro de atención primaria al que acudió. Una vez agravados los mismos y puesto que apuntaba al padecimiento de la mortífera enfermedad, fue ingresada en el Carlos III y atendida por sus propios compañeros. Al mismo tiempo, otras personas que habían estado en contacto con ella, ente ellas su marido, fueron aisladas en el mismo centro para su estudio y prevención, resultando no haber sido infectada ninguna de ellas. 

   Desde su ingreso, la familia designó a una portavoz que hablara con los medios de comunicación. Ella siempre alababa la actitud de entereza de Teresa y la profesionalidad de las personas que la atendían. Al comienzo hubo cierto desasosiego por la carencia del medicamento experimental que había sanado a algún otro paciente en los Estados Unidos. Entonces se comenzó a tratar a la auxilar con el plasma donado por la Hermana Paciencia, enfermera que padeció la enfermedad junto al misionero fallecido y que el Gobierno español se negó a traer y tratar en el país. Los anticuerpos de Paciencia, que superó finalmente el virus, obraron la curación en Romero, primera paciente que se cura en España. Después del cuarto análisis consecutivo que daba negativo, el equipo médico que la atiende anunciaba oficualmente la sanación.

   La cara de satisfacción y el tono de felicidad de los profesionales al reconocer que el virus había sido vencido contrastan con las agrias declaraciones que el señor Limón ha hecho a un medio de comunicación español. Ha sorprendido el tono de sus declaraciones cuando afirma que han sido tratados "como escoria" o que el modo de proceder de los sanitarios parecían "las chapuzas de Pepe Gotera y Otilio". Es verdad que un político hizo declaraciones fuera de lugar tratando de culpabilizar a Romero por haber ocultado información de sus sínstomas cuando la enfermedad era aún incipiente, y que ese político debía haber cesado al día siguiente. Ahora bien, de ahí a acusar de descuidados, ignorantes, chapuceros e incompetentes (eso es lo que son Gotera y Otilio) a los profesionales del Carlos III, hay un abismo e injuria a aquellos que han logrado curar a su esposa. Teresa llegó a estar en estado crítico y durante dos días se temió por su vida. Cuando el sistema público de salud acaba de librar de la muerte a tu mujer, lo menos que puedes hacer es sentirte agradecido y hacer un reconocimiento público hacia quienes han puesto todo su empeño en vencer la enfermedad y, además, lo han logrado. Recordemos que es de bien nacidos ser agradecidos, aunque para ser agradecido es necesario, primero, ser también humilde.

  

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