Se las llamaba así, antaño, porque se encargaban de poner en contacto a
las señoras que necesitaban sirvientas para sus casas con las jóvenes que
se ofrecían para esas labores y que acudían a sus conventos. La
congregación se llama, realmente, “Religiosas de María Inmaculada” y las
podemos encontrar en numerosas ciudades españolas y en varios países del
extranjero, sobre todo en países latinoamericanos. Su fundadora, la hoy
Santa Vicenta María, emprendió esta tarea después de no pocas pruebas
que hubo de pasar en su infancia y juventud. Era el apoyo a las jóvenes, a
las que recogía hasta encontrarles trabajo; era la defensa de la dignidad de
la mujer y la expresión de la caridad cristiana. Con el tiempo, muchas
cosas han ido cambiando, y la congregación continúa con esta labor de
buscar trabajo a las jóvenes y mujeres que a ellas acuden. Ahora, un
colectivo importante al que atienden es al de mujeres inmigrantes. Ellas se
encargan también de facilitarles vivienda o de impartirles cursos de
formación, lengua, cocina, etc.
Pero hay dos instituciones que existen en todas las casas que las
Religiosas tienen abiertas: el centro social del que ya he hablado y la
residencia de jóvenes estudiantes universitarias. En algunos lugares
cuentan también con escuelas de capacitación profesional. Y esto es lo que
hoy aportan a la sociedad allá donde se encuentran. Pero como en nuestro
querido país se ha conseguido que todo lo que suene a hecho religioso
huela a sospecha, pues también esto tiene su repercusión en la labor social
de la Iglesia. Intentamos siempre que el impacto sea el menor posible y
seguimos haciendo las cosas por amor de Dios. Pero hace un par de meses
escribía sobre los ataques que hoy está recibiendo la Iglesia en España; y
esos ataques continúan. Dos semanas atrás, asaltaron el jardín de una de
las casas de estas Religiosas y destrozaron todo lo que encontraron a su
paso: plantas, jardineras, cerámicas... Y es sólo por poner otro ejemplo,
porque cada día se multiplican de las formas más diversas todo tipo de
agravios y actitudes de intolerancia.
Al hecho al que quiero llegar es que el otro día leí en la prensa el
revuelo que se ha montado en Lugo porque las Religiosas de María
Inmaculada han decidido cerrar la casa que tienen en esa ciudad de
Galicia. Las causas para tomar esa decisión son complejas y no se reducen
sólo al funcionamiento de esa casa en particular, sino que tiene que ver
con la escasez de vocaciones, la organización de la propia congregación y
otros muchos factores que determinan que sea la casa de Lugo y no otra la
que haya de cerrarse. Pues la gente de Lugo, que valora lo que las
hermanas hacen en la residencia y en el centro social, se han soliviantado
y han expresado públicamente su disgusto por este cierre. Lo consideran
una pérdida que no pueden permitirse para su ciudad. Y tal es la alarma
social que ha generado, que ha provocado que la propia diócesis de Lugo
se haya comprometido a mantener en pie tanto en centro social como la
residencia de jóvenes que las monjas albergaban en su convento.
Todo esto es sólo un caso, un ejemplo de actualidad de esa relación
Iglesia-sociedad que en España se ha venido trabajando durante siglos y
que ahora, en una década, se quiere echar por tierra con el desprestigio,
la calumnia, el rechazo y el ataque moral y físico. Es necesario que las
personas que reconocen el bien social que la Iglesia hace en España lo
manifiesten públicamente y lo defiendan frente a los que intentan
imponer, incluso por la violencia, la idea de una Iglesia insensible a los
valores democráticos, de una Iglesia que goza de privilegios frente a la
ciudadanía, de una Iglesia cuya vigencia pertenece a épocas ya superadas
por nuestro país, de una Iglesia que intenta imponer sus leyes religiosas
por encima de las leyes civiles. Con mentiras y calumnias como éstas,
habrá que seguir cerrando colegios, comedores sociales, albergues de
transeúntes, centros de atención de cáritas, centros asistenciales,
hospitales, casas de apoyo a la mujer y un largo etcétera de obras que la
Iglesia mantiene estirando hasta el último céntimo que cae en sus manos
desde las aportaciones de los fieles y los cada vez más reducidos fondos
públicos de protección social. ¿Tendremos que darnos cuenta y
lamentarnos entonces? Ya ha sucedido en Lugo. Quienes lo pagan son los
pobres, las clases más desfavorecidas, y no los políticos ni los jefes de
redacción de los medios de comunicación, que son quienes alientan esos
discursos; o tampoco los jóvenes que, manipulados, atacan violentamente
iglesias, conventos, monjas o sacerdotes. Es necesario decir la verdad.
Todo el que calla se hace cómplice.
Hola Juan: Me conoces al menos de oidas. Alicia, la de Estella.... Creo que con eso será suficiente.
ResponderEliminarMe ha llegado tu entrada de Blog por pura casualidad (si es que existe la casualidad). El caso es que la he leido con atención, pocos minutos después de haber leido la noticia del cierre de la casa de Lugo, y siendo consciente de los actos destructivos que citas, y que se dieron en otra casa de las RMI. ¿Qué decir además de que para las personas que queremos a la congregación y su labor es como si nos clavasen una (otra) pequeña espina en el corazón? Y no solo por en cuanto nos afecta personalmente por el cariño a la congregación y a las personas que forman parte de ella, sino porque las personas que estamos cerca de esta institución y conocemos, al menos someramente, su realidad, sentimos que "algo pasa". Pero más allá de todo esto, que sería mucho más largo de exponer, duele ver como esa labor silenciosa a veces, silenciada otras, es infravalorada y menospreciada. Tantas vidas de RMIs y voluntarias y colaboradoras regaladas por el bien de las chicas, como decía la Santa, por su Santificación, para ver como esta sociedad, ahora, en el S.XXI se da cuenta que el servicio doméstico es el sector laboral más castigado en todos los aspectos!!! ¡¡Cuando esta congregación lleva más de un siglo luchando por la dignificación de las empleadas de hogar!!!! ¿No es esta suficiente razón como para, no sólo ser valoradas, sino ser referentes en muchos aspectos? A mi me parece que sí. Y ¿sabes qué te digo? que cuando llegue ese momento en que ese "algo pasa" acabe con una conclusión definitiva a la luz del Espíritu y con la intercesión de Santa Vicenta María, estoy segura de que lo que saldrá será tan impactante como la primera fundación y serán valoradas como se merecen.
Por que ¿sabes? La esperanza es lo último que se pierde.
Juan, muchas gracias por aportar tanto a la congregación.
Muchas gracias por hacer feliz a tanta gente, sobre todo a la persona que tenemos en común.
Un saludo, espero que llegue el momento que nos podamos conocer...