Hace ahora justo un año que el partido en el Gobierno revalidó su victoria en unas elecciones
generales, a las que concurrió con un programa electoral que contenía la reforma por ampliación
de la actual ley sobre el aborto que lleva en vigor más de 20 años, que es considerada por la
izquierda como “restrictiva” pero que supone, en la realidad, un coladero ateniéndose al supuesto
de que peligre la salud psíquica de la madre. De hecho, en los últimos meses han salido a la
luz casos aterradores de clínicas que convertían el aborto en una orgía de sangre hecha a su
medida. El Gobierno encargó un estudio a una comisión de expertos pro-aborto para estudiar
los términos en los que se puede proponer la nueva ley, y la peculiar ministra Aído ha ido dando
informaciones a retazos sobre el trabajo de la comisión, destacando sobre todo dos aspectos:
que será una ley de plazos de hasta 22 semanas (cinco meses y medio legales para abortar) y
que una menor de 16 años pueda tomar la decisión de abortar por sí misma sin el consentimiento
ni la información a los padres. La Conferencia Episcopal Española ha lanzado una campaña a
favor de la vida en la que se compara la protección que se brinda a la reproducción del lince
ibérico y la desprotección de la reproducción human; campaña que, por cierto, ha molestado
bastante al Ejecutivo de Zapatero. Y, para su colmo, ahora llega la Semana Santa y las cofradías
de algunas ciudades deciden salir con lazos blancos en las procesiones de este año para
llamar la atención sobre la defensa de la vida y en contra de la nueva ley del aborto. Ante esta
situación, el Gobierno ha pedido a las cofradías que no mezclen política y religión. Y hasta aquí,
la exposición objetiva de la situación. Paso ahora a analizarla y a dar mi opinión al respecto.
El tema del aborto resulta siempre polémico porque choca con la ética y afecta a los derechos y
libertades de las personas, pero enfrentándolos. Cuando el PSOE lo aprobó, lo hizo en contra
de ciertas corrientes dentro de su mismo partido que no eran partidarios del aborto. Es cierto,
como ahora le recuerdan al PP los zapateristas, que el partido de la derecha mantuvo la ley que
había vigente los ocho años que gobernó y que es la misma que ahora se quiere sustituir o reformar.
De hecho, muchos colectivos sensibles a este tema no le perdonan al Gobierno de Aznar
que no la derogase cuando tenía mayoría absoluta. Pero es que no la tocó. Y ya sabemos
que hay cosas que es mejor no tocarlas porque si se remueven, huelen. Y hay una especial sensibilidad
en las comunidades cristianas hacia este tema. Muchos de los españoles nos avergonzamos
de contar entre nuestras leyes, en un estado de derecho, con una ley que penaliza la
vida de los que van a nacer y la manipulación de embriones humanos. Pero se da la circunstancia
de que esa sensibilidad ha ido creciendo en estos veinte años. Y que ha avanzado muchísimo
el campo de la bioética, y que los antiabortistas, creyentes o no, se han ido organizando y
han creado los movimientos pro-vida. Y que celebran congresos y simposios, y que reúnen a
especialistas a nivel mundial y profundizan en el tema de la vida humana y sus fases de desarrollo,
desde el punto de vista médico, pero también filosófico, ético y religioso. Porque el tema
del aborto invade otros campos que se salen del campo de la política. Lo que hay en la calle en
estos momentos es un debate social en toda regla con respecto a este tema. Y nuestro Gobierno
no puede pretender acotar su área de discusión o de manifestación.
Llega la Semana Santa y las cofradías salen a la calle con sus desfiles procesionales. Al menos
en la teoría, aunque también en su mayoría, son asociaciones públicas de fieles cristianos. Y a
los cristianos nos preocupa este tema, no ya como política, sino como ética y religión. Porque
también compete a estos campos. Y si las cofradías quieren manifestar su preocupación con un
lazo blanco, están en su derecho. Pueden optar por no hacerlo, pero eso es decisión de cada
una de ellas. Seguro que entre las cofradías hay partidarios del aborto lo mismo que en el PSOE
hay militantes pro-vida. El que se vea representado por su cofradía, seguirá en ella, y el que no
se sienta representado, se irá. Pues lo mismo es aplicable para el partido en el Gobierno. El
tema de aborto es un tema capital. El que no esté de acuerdo con él se contradice si tiene su
carné de ese partido; sería mejor que dejara lo uno o lo otro. Pero la cuestión de las procesiones,
como la de la Semana Santa, como la de las cofradías, es también un ejercicio de libertad.
En una democracia madura no se puede hacer demagogia barata diciendo que la Iglesia no debe
de dar su opinión sobre temas de política ni se debe intentar reprimir la libertad de expresión
en nombre de una malentendida separación Iglesia-Estado. Tendríamos que recordarle a alguien
que los creyentes no somos ciudadanos de segunda, y que todos tenemos el mismo derecho
a hablar y criticar a nuestros gobernantes y legisladores. La aceptación de ese presupuesto
es inherente al cargo, o a la mera presentación en una lista electoral.
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