Mira que pensaba yo quedarme quietecico y calladico durante esta precampaña y campaña electoral; y he aguantado toda la amalgama de noticias y comentarios de descalificaciones a los obispos, de políticos, de medios de comunicación, de escritores y columnistas, de fuera y de dentro. Por una parte, porque uno quiere ser lo más objetivo posible, cosa que se logra mejor desde la barrera porque da perspectiva, pero, por la otra, porque tampoco quiero cansar y aburrir a la gente de bien que lee mis comentarios hablando siempre de lo mismo o parecido. Pero después de ver toda mi ciudad literalmente empapelada con fotos de ZP y el eslogan que le acompaña (“Motivos para creer”), renuncio a mi silencio y rompo mi monacato electoral, otrora autoimpuesto, ante la injusticia de lo que veo y leo.
A veces, con el paso del tiempo, termina sabiéndose la intención de lo que pasó, por qué y para qué pasó. Ya advirtió D. José Sánchez, obispo de Guadalajara, en una entrevista trampa de las que suele poner la SER a los obispos, que la bronca que habían montado los socialistas con los obispos a propósito de sus orientaciones morales ante las próximas elecciones, podía ser tranquilamente una estrategia electoral del Gobierno o del partido que lo sostiene. Y es ahora cuando, a todas luces, se confirma la sospecha de monseñor.
Con su eslogan, Zapatero está asumiendo el lenguaje religioso y se lo aplica a sí mismo. Dicho de otra manera, el análisis lingüístico, nos lleva a ver en el término “creer” un concepto religioso, sinónimo de fe. El objeto de la fe, en toda religión, es Dios. Es en Dios en quien se cree y en quien se invita a creer. Por contra, un líder político podría pedir confianza en él, sería una persona en la que se podría confiar; un líder político, a su electorado, le inspira confianza, lealtad, honestidad, integridad personal y política, pero nunca fe... Como mucho, se puede decir que se tiene fe en una persona cuando se espera que actúe correctamente cuando aún no lo ha demostrado. Por lo cual, no es el caso. Total, que ahora se comprende mejor la escaramuza montada tras la celebración de las familias en la Plaza Colón el pasado 30 de diciembre; fue sólo el primer acto de una obra en tres actos, perfectamente pensada, ensayada y dirigida. El segundo acto era volver a montar otra bronca a los obispos, dijeran lo que dijeran, para desautorizarlos y presentarlos a la sociedad como unos señores manipuladores de conciencias, que deben permanecer calladitos en cuestiones políticas y hablar sólo en sus templos, eso sí, de todos los temas que no aparezcan en su lista de “temas prohibidos a los obispos”. El paripé de la queja ante el Papa, la reunión con el Nuncio, casi suplicada por él, la petición de respeto, forman parte de la misma representación teatral.
¿Y todo esto por qué? Desautorizados los obispos como líderes religiosos, ahora ZP se apropia del lenguaje religioso. Y aquí viene el tercer acto de la obra. El mensaje es más o menos como sigue: “Como ya no podéis creer en lo que os dicen los obispos, ahora creed en mí”. O con esta otra versión, que explica mejor el laicismo atroz del Gobierno de Zapatero y de su Partido Socialista: “Estamos ya en una sociedad sin Dios; ahora yo soy Dios; por tanto, creed en mí, que os doy buenos motivos” (motivos contantes y sonantes como los 400 euros a devolver del IRPF, o el llamado cheque-bebé, u otros). El PSOE ha inventado en el siglo XXI una nueva religión, en la que su líder es su dios. Sus sacerdotes, sus ministros. Sus acólitos, los dirigentes del partido. Lo que dice José Luis no se discute porque cuando él habla, habla Dios. Y su siempre presente ministro Rubalcaba, igual que la siempre escueta portavoz y vicepresidenta del Ejecutivo, organiza diariamente unas liturgias de exorcismo, en las que demonizan a todo el mundo, para librar a su líder de las influencias del Maligno, ya sea en forma de partido de oposición, de voces discordantes en su propia formación, de obispos, o de todo lo que se mueva en el campo de la crítica al Gobierno del “todopoderoso” ZP.
A los que pensarán que esto es todo un disparate o una paranoia que yo siento porque estoy caliente en esta coyuntura, le digo que estas cosas existen y son verdad. Cuando tú vas a un supermercado, no es aleatoria la forma en que encuentras dispuestos los artículos, sino que responden a una estrategia estudiada para que, dispuestos de una forma concreta, compres más. Y quizás no lo sabes, pero, aun sin saberlo, compras más. La campaña que le hicieron a Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid con el eslogan de “Espejo de lo que somos”, se la hizo un sociata camuflado que sabía muy bien lo que decía si separaba de dos en dos las sílabas del eslogan. Había un mensaje subliminal que se repetía cada vez que se decía el eslogan en Telemadrid. Fue una estrategia. Y esto es también una estrategia bien pensada y estudiada. Lo han hecho conscientemente esperando recaudar los votos de alguna gente religiosa que, decepcionada por unos obispos tan injustos, malvados, manipuladores y rancios, puedan ahora reconocer los conceptos de la religión dirigidos al líder del PSOE y lo conviertan en voto.
A veces, con el paso del tiempo, termina sabiéndose la intención de lo que pasó, por qué y para qué pasó. Ya advirtió D. José Sánchez, obispo de Guadalajara, en una entrevista trampa de las que suele poner la SER a los obispos, que la bronca que habían montado los socialistas con los obispos a propósito de sus orientaciones morales ante las próximas elecciones, podía ser tranquilamente una estrategia electoral del Gobierno o del partido que lo sostiene. Y es ahora cuando, a todas luces, se confirma la sospecha de monseñor.
Con su eslogan, Zapatero está asumiendo el lenguaje religioso y se lo aplica a sí mismo. Dicho de otra manera, el análisis lingüístico, nos lleva a ver en el término “creer” un concepto religioso, sinónimo de fe. El objeto de la fe, en toda religión, es Dios. Es en Dios en quien se cree y en quien se invita a creer. Por contra, un líder político podría pedir confianza en él, sería una persona en la que se podría confiar; un líder político, a su electorado, le inspira confianza, lealtad, honestidad, integridad personal y política, pero nunca fe... Como mucho, se puede decir que se tiene fe en una persona cuando se espera que actúe correctamente cuando aún no lo ha demostrado. Por lo cual, no es el caso. Total, que ahora se comprende mejor la escaramuza montada tras la celebración de las familias en la Plaza Colón el pasado 30 de diciembre; fue sólo el primer acto de una obra en tres actos, perfectamente pensada, ensayada y dirigida. El segundo acto era volver a montar otra bronca a los obispos, dijeran lo que dijeran, para desautorizarlos y presentarlos a la sociedad como unos señores manipuladores de conciencias, que deben permanecer calladitos en cuestiones políticas y hablar sólo en sus templos, eso sí, de todos los temas que no aparezcan en su lista de “temas prohibidos a los obispos”. El paripé de la queja ante el Papa, la reunión con el Nuncio, casi suplicada por él, la petición de respeto, forman parte de la misma representación teatral.
¿Y todo esto por qué? Desautorizados los obispos como líderes religiosos, ahora ZP se apropia del lenguaje religioso. Y aquí viene el tercer acto de la obra. El mensaje es más o menos como sigue: “Como ya no podéis creer en lo que os dicen los obispos, ahora creed en mí”. O con esta otra versión, que explica mejor el laicismo atroz del Gobierno de Zapatero y de su Partido Socialista: “Estamos ya en una sociedad sin Dios; ahora yo soy Dios; por tanto, creed en mí, que os doy buenos motivos” (motivos contantes y sonantes como los 400 euros a devolver del IRPF, o el llamado cheque-bebé, u otros). El PSOE ha inventado en el siglo XXI una nueva religión, en la que su líder es su dios. Sus sacerdotes, sus ministros. Sus acólitos, los dirigentes del partido. Lo que dice José Luis no se discute porque cuando él habla, habla Dios. Y su siempre presente ministro Rubalcaba, igual que la siempre escueta portavoz y vicepresidenta del Ejecutivo, organiza diariamente unas liturgias de exorcismo, en las que demonizan a todo el mundo, para librar a su líder de las influencias del Maligno, ya sea en forma de partido de oposición, de voces discordantes en su propia formación, de obispos, o de todo lo que se mueva en el campo de la crítica al Gobierno del “todopoderoso” ZP.
A los que pensarán que esto es todo un disparate o una paranoia que yo siento porque estoy caliente en esta coyuntura, le digo que estas cosas existen y son verdad. Cuando tú vas a un supermercado, no es aleatoria la forma en que encuentras dispuestos los artículos, sino que responden a una estrategia estudiada para que, dispuestos de una forma concreta, compres más. Y quizás no lo sabes, pero, aun sin saberlo, compras más. La campaña que le hicieron a Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid con el eslogan de “Espejo de lo que somos”, se la hizo un sociata camuflado que sabía muy bien lo que decía si separaba de dos en dos las sílabas del eslogan. Había un mensaje subliminal que se repetía cada vez que se decía el eslogan en Telemadrid. Fue una estrategia. Y esto es también una estrategia bien pensada y estudiada. Lo han hecho conscientemente esperando recaudar los votos de alguna gente religiosa que, decepcionada por unos obispos tan injustos, malvados, manipuladores y rancios, puedan ahora reconocer los conceptos de la religión dirigidos al líder del PSOE y lo conviertan en voto.
Voy a hacer como hizo unos días atrás un colega mío, que publicó en su web una carta en la que anunciaba que iba a votar en conciencia a un partido de izquierdas. Pues yo voy a anunciar que no votaré en conciencia ni al PSOE ni a IU, por usar el juego sucio y la mala fe, por faltar a la verdad, por manipuladores y oportunistas, por estrategas de pacotilla y por idólatras. Y lo malo será que, tanto si ganan como si no ganan, nos seguirán gobernando, pues la opción de la derecha española, en el caso de ser la más votada, no obtendría el apoyo necesario de los demás partidos para formar gobierno. Así las cosas, nos espera buen desastre si las encuestas no mienten. Que Dios nos pille confesados. Y algo tan malo o peor: mucho me temo que éste no va a ser el último comentario que tenga que escribir a propósito de las elecciones del 9 de marzo. Y créanme que me gustaría que lo fuera.
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