lunes, 13 de agosto de 2007

Cáritas Española, galardonada por el Gobierno

El pasado día 10 de julio, el presidente de Cáritas Española recibía, de manos del ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, concedida por el Gobierno de España a dicha institución como reconocimiento a su labor social dentro de España y fuera de sus fronteras. El ministro, Jesús Caldera, no escatimó elogios hacia esta entidad y destacó, sobre todo, el trabajo abnegado de los voluntarios que, desde las bases, ayudan a los más pobres, nos sensibilizan ante las distintas situaciones de pobreza y luchan por su erradicación, haciendo, así, una tarea encomiable en favor de una sociedad cada vez más justa.
No creo que encontremos a nadie capaz de decir que no ha oído hablar nunca de Cáritas en España, pero quizás a muchos se les escapen algunos datos fundamentales sobre ella. Por ejemplo, que fue fundada en 1947 (hace más de 60 años); que es la Confederación oficial de las entidades de acción caritativa y social de la Iglesia Católica en España, instituida por la Conferencia Episcopal; que su red está constituida por más de 6.000 Cáritas Parroquiales, agrupadas en 68 Cáritas Diocesanas que, a su vez, están distribuidas en 13 Cáritas Regionales; o que forma parte de una red internacional, de la que participan Cáritas de 198 países y territorios, integradas en Cáritas Internationalis, con sede en Roma. O sea, es una veteranísima ONG, de ámbito mundial, y perteneciente a la Iglesia Católica, dependiente de las Conferencias Episcopales de cada país y coordinada desde su sede internacional en Roma.

Según los datos que aporta en su página web,
www.caritas.es, en el ejercicio del año 2006, ha invertido más de 183 millones de euros y ha atendido directamente a más de siete millones de personas en todo el mundo. En sus partidas de gastos en el último año, destacan los 26 millones de euros dedicados a la atención a personas mayores, 9 millones a inmigrantes, 7 millones a drogodependientes, 7 millones a la promoción de la mujer, 15 millones a personas sin hogar, 21 millones dedicados al empleo y la inserción laboral, 19 millones a la acogida y atención primaria, y los 25 millones dedicados a la cooperación internacional. Tan sólo el 8% de su gasto ha estado dedicado a la administración. Esto es posible gracias a la acción anónima y desinteresada de más de 58000 voluntarios en toda España y a que sólo algo más de cuatro mil personas trabajan contratadas por la institución.

Su financiación corre a cargo, en su mayor parte, de los más de 91000 socios (los que aportan cuotas voluntarias fijas mensual o anualmente) y sus más de 93000 donantes. En la diócesis de Zaragoza, este capítulo supone el 60% de sus ingresos; las Administraciones Públicas aportan algo más del 24%, y el 15% restante procede de la aportación de residentes y usuarios. De Cáritas Española dependen residencias de mayores, programas de atención y reinserción de mujeres prostitutas, programas tan prestigiosos de superación de drogodependencias como Proyecto Hombre, albergues para transeúntes, tiendas de productos de comercio justo...

No recuerdo dónde, recientemente, leí que Cáritas era la segunda ONG española después de Cruz Roja. Pero, si nos pusiéramos a contar toda la labor social que hace la Iglesia Católica en España al margen de Cáritas (hospitales, centros educativos, escucha de personas, atención primaria a necesitados, comedores para transeúntes, enfermos de SIDA, tiempo libre, formación para niños y adultos...) seguro que llegábamos a la conclusión de que la Iglesia Católica es la primera ONG del país. Y muchos que la desprestigian lo saben. El propio Gobierno, que en tantos temas se muestra tan beligerante con la Iglesia (y, en respuesta, también ella con él), hace ahora reconocimiento expreso de su labor social; reconocimiento que, por cierto, apenas ha tenido eco en los medios de comunicación; esos que traen a primera página o a las cabeceras de los noticiarios cualquier noticia que puede suponer un desprestigio para la Iglesia y que a muchos tanto nos duelen.

Pero bueno, de eso hablaremos en otra ocasión. Ahora estamos de enhorabuena y felicitamos a Cáritas por el galardón. En él nos vemos también reconocidos muchos de nosotros, por la ayuda y el trabajo que prestamos a muchísimas personas desde Cáritas y desde la Iglesia, silenciosa y calladamente, pero sabiendo que lo hacemos como servicio a los hombres, nuestros hermanos; y, en ellos, como servicio a nuestro Señor, Jesucristo, el resucitado, el Hombre nuevo que ha comenzado la creación de una nueva humanidad redimida del pecado y, por tanto, en la que no hay pobreza, ni injusticia, ni sufrimiento, porque todos se reconocen y se comportan como verdaderos hermanos, hijos de un mismo Padre. Los que pertenecemos a Cáritas, intentamos plasmarlo así en esta sociedad, que aún tiene tanto que avanzar.

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