martes, 15 de marzo de 2011

LA MUJER TRABAJADORA

Todo el tema de la mujer está tratado desde una moda actual que impone
la ideología dominante. Es, verdaderamente, una pena, porque se podrían
alcanzar mejores logros desde otras posturas más racionales. Y es que se
impone la ideología de género sin que muchas de estas mujeres lo sepan,
pues nadie les ha ayudado a discernir y porque escuchan un solo mensaje al
unísono. Si no se dan a conocer otras posturas, mal se puede elegir y
difícilmente se puede posicionar en lo que parezca más razonable.

Por ejemplo, el 8 de marzo se celebra el “Día de la Mujer Trabajadora”.
Pero es una jornada excluyente, pues sólo se tiene en cuenta a la mujer que
trabaja fuera del hogar, mientras, indirectamente se excluye de esta
jornada a la mujer que trabaja en su hogar con su casa y con su familia.
Como si eso no fuera trabajo. Pero esa ideología de género infravalora el
trabajo en el propio hogar y considera a la mujer que ha optado por ello,
una carca antigua y esclavizada que no sabe lo que es bueno. Esa
consideración, ya en sí, es insultante. ¿Hay que fomentar que la mujer
trabaje fuera del hogar? Hay que fomentar el trabajo, reconociendo que el
trabajo en el hogar es igual de digno y de realizador -o más- que el trabajo
que se desarrolla fuera de la propia casa. ¿O sólo vale la retribución
material? Que el trabajo de casa no esté retribuido económicamente no
significa que sea estéril. Una persona -mujer u hombre, da igual- puede
elegir trabajar para su familia, y eso le plenifica porque trabaja para los
suyos, a quienes ama y por quienes se siente también amada.

La ideología de género que se impone desde el poder y desde las modas
sociales, se plantea frente al hombre; es decir, efrentada con el género
masculino. Los que somos cristianos y leemos la Biblia sabemos que “Dios
los creó hombre y mujer”, de manera que no hay un género dominante
sobre el otro, sino los dos en igualdad. El enfrentamiento es absurdo y poco
conveniente. Las reglamentaciones de paridad son una estrategia ridícula
que no hace sino enfatizar que la mujer está en inferioridad. En España hay
algún caso de ayuntamiento formado sólo por mujeres. ¿Y qué? Pues no pasa
nada. ¿Habría que aplicar ahí una paridad con los hombres? No, claro, es
que la discriminación se da al revés. Entonces, cuando ya en los puestos de
dirección de las grandes empresas, de los gobiernos, de los partidos
políticos y sindicatos, haya una paridad de hombres y mujeres, habrá que
buscar otros tipos de paridad. Por ejemplo, debería haber el mismo número
de zurdos que de diestros para no marginar a los zurdos. Pero cuendo esto
ya esté, habrá que establecer otra paridad entre discapacitados y no
discapacitados. Y así podríamos acabar montando otra paridad entre
quienes consideran ricos los macarrones con atún y aquellos a quienes no
les gustan.

Hay, no obstante, una gran verdad que, en este tipo de debates, se queda
sólo en palabras. Es una vergüenza que una mujer que ocupa un puesto de
trabajo cobre, como media, un 25% menos que un hombre que hace su
mismo trabajo. ¿Por qué no se ocupan de vigilar eso? Las medidas
pragmáticas de nuestro Gobierno a nivel estatal son, principalmente,
medidas recaudatorias. No importa que se sesguen las libertades, ni que se
recorten los derechos de los ciudadanos; todo esto lo disfrazan con la
máscara cómoda y recurrente del bien común o del bien social. Lo
importante es luchar contra el déficit quitándoselo al maltrecho bolsillo de
los que consumen, a los que, por otra parte, se anima a consumir para
dinamizar la econocmía. Pero ni Gobierno ni sindicatos ponen acciones
concretas y efectivas para evitar el abuso laboral contra las mujeres.

Por cierto, y ya que hablamos de mujeres, ya todos nos habremos dado
cuenta a estas alturas de que nuestro Gobierno zapaterista, al tiempo que
invoca y dice promover la laicidad, se enfrenta una y otra vez con la Iglesia
Católica mientras fomenta una y otra vez el establecimiento y desarrollo
del Islam. ¿Y eso es ayudar a la mujer? Poco interés parece despertar el
género femennino (por más que se vocee a los cuatro vientos lo contrario)
cuando se está fomentando una institución, en este caso religiosa, que
oprime, ningunea y aplasta los derechos de las mujeres de manera
sistemática. Si las mujeres de nuestro país se estuvieran dando cuenta de
esto, saldrían a la calle gritando “cristianismo sí, opresores no”. Espero que
cuando sean conscientes de ello no sea demasiado tarde, porque este
futuro les están labrando nuestros pésimos gobernantes. Otro punto más
donde hacernos sufrir.

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