miércoles, 26 de junio de 2013

PECADORES, SÍ; CORRUPTOS, NO

Mientras el mundo entero se asombra y se admira con el fútbol español, desplegado en diferentes competiciones internacionales y mundiales de las selecciones respectivas de las diferentes edades de los jugadores, Francisco acaba de cumplir cien días en la Sede Apostólica. Y lo hace prodigándose en llamamientos a la autenticidad de vida y de misión en obispos y sacerdotes. Curiosamente, es justo el punto donde acabó el pontificado de su antecesor, Benedicto XVI. El Papa alemán, en la homilía del miércoles de ceniza, trasladada este año a la Basílica de San Pedro por ser la última misa que celebraba en público como Pontífice antes de hacer efectiva su renuncia, pedía a los obispos y cardenales que se olviden de hacer carrera en la Iglesia y se dediquen a ser pastores, a llevar a cabo la misión que el Señor les encomendó en su día. Fue, precisamente la renovación de la curia romana uno de los grandes temas que Ratzinger dejaba abiertos para que acometiera su sucesor. Unos pocos días después de ser elegido, el papa Francisco, en la homilía de la misa crismal el día de Jueves Santo, se volvía a dirigir a los obispos y sacerdotes para pedirles que sean pastores y no gestores; que deben “oler a oveja” dijo literalmente. El tono que usaba el papa era amable y casi dulce, seguramente moderado con intención por ser los primeros días de su papado y la primera Semana Santa que celebraba como Pontífice. Ahora, sin embargo, el tono en el que habla el Papa se ha vuelto más vehemente, sobre todo cuando se dirige a las multitudes de la Plaza de San Pedro (audiencias de los miércoles, ángelus de los domingos y misas ocasionales). Un tono muchísimo más monótono usa en actos oficiales dentro del palacio apostólico. Pero ese tono sube cuando habla a los pastores de la Iglesia, aunque sea en la capilla de la residencia de Santa Marta.

La web oficial de la Santa Sede (vatican.va) recoge todas y cada una de las palabras que el Papa pronuncia en cualquier ocasión y se puede acudir, por tanto a ella para comprobar o ampliar esta o cualquier otra información acerca de sus palabras. En muchas ocasiones, se ofrecen también los vídeos, que ayudan a ver la entonación, los gestos y las expresiones que quiere enfatizar y se pueden ver, así mismo, en otras páginas web de ámbito católico. Hay momentos en los que el Santo Padre abandona la lectura de sus papeles y glosa alguna de sus frases poniendo gran impulso en ellas. El pasado domingo, sin ir más lejos, lo hacía cuando pedía a los jóvenes que no dejen que les roben la esperanza y que no tengan miedo de ir contracorriente en esta sociedad. Lo hacía recordando la figura de San Juan Bautista. Glosando su figura, el Papa dijo que hay dos formas de dar la vida por Cristo y de ser mártires: la de dar la vida en un solo acto y la de entregarla día a día en el servicio a los demás. Estos también son mártires, dijo Francisco. Y añadió que quienes padecen en este mundo las consecuencias por defender la justicia y la verdad, como el Bautista, son mártires como él lo fue.

Pero, como decía al principio, el Pontífice es tremendamente claro al dirigirse a los obispos y sacerdotes. “Pecadores, sí; corruptos, no” llegó a afirmar con toda rotundidad. En esa misma homilía, el sucesor de San Pedro se refirió a los pastores corruptos como “el anticristo”, apoyándose en una cita de las cartas del apóstol San Juan. Dijo de ellos que se han olvidado del amor con que Dios los creó y que han traicionado la misión a la que fueron llamados por el Señor. El Papa dice estas cosas en público, sin tapujos ni disimulos. Ha mostrado su respeto hacia los creyentes de otras religiones y también hacia los ateos, de los que dice que “son buenos si hacen el bien”. ¿Y quién es capaz de negar la veracidad de esa afirmación? Si uno que dice ser cristiano hace el mal en la Iglesia, en la sociedad o en su vida, mientras que otro que dice ser agnóstico o ateo tiene una conciencia ética exigente, es honesto y hace el bien a los demás, ¿quién de los dos está más cerca de Dios? ¡Por favor, que sabemos bien lo que es recitar el Credo y no creer! Y si no, vayan a las celebraciones del bautismo y lo verán una y otra vez.

No se puede prever un pontificado excesivamente dilatado en el caso de Francisco, dada la edad del Sumo Pontífice, pero cada Papa firma los nombramientos de nuevos obispos y elige a los miembros del colegio cardenalicio conforme se van produciendo las vacantes. Pues bien, hace tan solo tres días, el Papa reunió en el palacio apostólico a 150 nuncios apostólicos en todo el mundo, que son los embajadores de la Santa Sede que ostentan la representación diplomática de la misma en los distintos países. Son los nuncios los que, en el mecanismo interno que la Iglesia tiene para la elección de nuevos obispos, eligen y proponen los candidatos al episcopado. Pidió a los nuncios, en tono de ordenanza suplicada, que, al elegir a los candidatos para obispo, propongan a los “que no son ambiciosos, que no persigan el episcopado y que sean esposos de una Iglesia, sin buscar constantemente otra”. Y a ellos, a los nuncios, les pidió que sean verdaderos pastores, que amen la pobreza y que no tengan la psicología de los príncipes. ¡Qué directo es el Papa y cómo da en el clavo con sus discursos! Al hilo de esto, Francisco no quiso acudir en el Vaticano al gran concierto del Año de la Fe porque dijo no ser “un príncipe del Renacimiento” para organizar y asistir a conciertos. Estos cien días de papado han dado ya para narrar un incontable número de anécdotas protagonizadas por Su Santidad, pero, a buen seguro, que van a producirse constantemente mientras la lucidez le acompañe, pues su estilo personal, además de muy evangélico, es, también, muy singular en todo lo que a los usos del papado y del Vaticano se refiere. Mientras redacto este artículo, acabo de saber que el Pontífice ha nombrado una comisión para investigar el IOR (Instituto para las Obras para la Religión), conocido como el “banco vaticano”.

Y, llegados a este punto, quiero hacer una llamada de atención. El nuevo estilo que Francisco está imprimiendo al papado, sus postulados teológicos, su defensa de los más pobres, su firmeza con respecto a las conductas de obispos y sacerdotes, la claridad del contenido social de sus afirmaciones y su disposición a obrar con la autoridad que le corresponde, le están ganando enemigos dentro de la propia Igleisa. Me contaban, por ejemplo, que en una conocida parroquia de ciudad, en el momento de las preces, una persona pidió públicamente “por la conversión del papa Francisco”. En algunos medios de la Red, de estilo marcadamente conservador, se ha iniciado ya una campaña en contra del Papa. Sacerdotes que gustan colgar vídeos de sus misas o de sus prédicas llegan a afirmar que el Papa anda equivocado en doctrina cristiana. Otros que tienen sitios web (supuestamente al servicio de la evangelización) se permiten recomendar “que el Papa aprenda de lo que dice este sacerdote y tome buena nota de ello”. Y así, un sinfín de descalificaciones hacia el que ha sido elegido -no lo olviden los creyentes- por la acción del Espíritu Santo. Francisco cita, de forma casi machacona, las frases de Bendicto XVI. La voz de Francisco no es la de un profesor de teología, pero es la voz autorizada del Sumo Pontífice, sucesor de Pedro y cabeza de la unidad de la Iglesia universal. Su doctrina no es contraria -por supuesto- a la de la Iglesia católica. Su voz es profética porque hace una mayor incidencia en las cuestiones sociales en comparación con otros pontífices. Pero, desde León XIII, la doctrina social de la Iglesia es UNA sola y abundante. Francisco no entra en contradicción alguna, sino que la hace brillar aún más actualizándola a nuestros días.


Quienes, desde dentro de la Iglesia critican en público al Papa, deberían mirarse interiormente. Si celebran la Eucaristía, si reciben la comunión y no están a favor de los pobres, no están recibiendo a Cristo. La comunión nos lleva, indefectiblemente, a tomar partido por los pobres, a denunciar la injusticia de los poderosos y a defender al ser humano -a cada ser humano y a todos los seres humanos- como imagen de Cristo y como verdaderos hijos de Dios. ¿Aún no habéis entendido la parábola del hijo pródigo? ¿Y la de los viñadores? ¿Y la visita de Jesús a la casa de Simón el fariseo? ¿Sabéis que significan las palabras “Misericordia quiero y no culto”? Pues aplicaos el cuento, pero dejad de poner mal en la Iglesia; repasad las encíclicas sociales de los Papas y la “Gaudium et Spes” del Concilio Vaticano II. Y después, habláis. Y si no estáis de acuerdo, os calláis y os quedáis a la espera de que vengan para vosotros “tiempos mejores”, pero no sembréis más cizaña en la Iglesia. Quien siembra la cizaña es el enemigo, el maligno; así lo dicen los evnagelios. Muchas veces, se hace un mejor servicio con el silencio que con el alboroto. Tenéis derecho a discrepar o a poner el acento de la fe en otras cuestiones, pero no tenéis derecho alguno para desacreditar al que es la máxima autoridad en la Iglesia ni a censurarle en público. Sería mejor si cultivarais la virtud de la humildad. 

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