Un atentado en Francia contra la 
revista Charly Hebdó con resultado de 12 víctimas mortales conmocionó el mundo 
occidental. Se sucedieron las manifestaciones y las concentraciones de condena 
por toda la geografía europea. Pocos días después, otro ataque, también del 
radicalismo islámico, dejó 23 víctimas mortales en Túnez y el mundo volvió a 
movilizarse, impresionado. En el atentado parisino, las víctimas fueron 
escogidas por publicar caricaturas ofensivas al Islam. En el segundo, las 
víctimas fueron aleatorias. En uno y otro caso, se defiende la libertad de 
expresión, de ideología; se condena la tiranía de los que quieren imponer por la 
fuerza su pensamiento. Hasta aquí, todo correcto. Pero el día de Jueves Santo 
masacran en Kenia a 148 cristianos solo por el hecho de ser cristianos y el 
mundo no reacciona. En los primeros casos, los informativos resultaban casi 
monográficos y las páginas que los periódicos dedicaban eran abundantes. En el 
caso de la matanza de Kenia, noticia breve o una reseña en el papel del diario. 
Solo el Papa ha denunciado el silencio del mundo occidental en estos casos. Los 
cristianos son masacrados sistemáticamente en Kenia, Nigeria, Irak, Siria, 
Pakistán. Mueren ahora en el mundo más cristianos que en tiempos de Nerón. Pero 
la Comunidad Internacional no reacciona, no dice nada, no defiende la libertad 
de conciencia y de religión como en otros casos. ¿Acaso hay que ser tolerantes 
con la persecución de cristianos? ¿Acaso los muertos cristianos son muertos "de 
segunda"? El silencio nos hace tolerantes con ese tipo de violencia; y la 
tolerancia nos convierte en cómplices. Esto no es sino una hipocresía de la que 
no quiero sacar mayores conclusiones, pero da que pensar acerca de la 
intencionalidad interesada de este silencio. 
 
 
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