Un matrimonio me comentaba de sus hijos de corta edad han dicho que no van a pedir nada este año a los Reyes Magos porque “las cosas están muy mal”. Y es que oyen las noticias, ven la preocupación en casa, en los amigos, en los compañeros del colegio. En otra casa en la que el padre se ha quedado recientemente en paro, uno de los hijos pedía a su madre que no era necesario que le pusiera ya el almuerzo para el cole, que podía pasar sin él. Así están las cosas.
Pero lo que no podemos permitir es que el 20% de los niños de Zaragoza vayan a clase sin desayunar. Eso supone nada menos que en un colegio como el de la Obra Dicesana Santo Domingo de Silos, unos mil niños permanecen a diario en ayunas hasta la hora de comer.
De nuevo es necesario apelar a la Iglesia y a las parroquias. En estos días de vacaciones navideñas, se deberían organizar equipos desde las parroquias que detecten estos problemas en los colegios de su demarcación; se debe pedir auxilio económico en las colectas de los domingos (una colecta al mes, por ejemplo, dedicada a esto) y socorrer con desayunos a media mañana, en la hora del recreo, a estos niños con los que se está cebando la nueva pobreza. Al igual que quien no arregla una gotera acaba arreglando la casa entera, si no ponemos soluciones ahora a estos “problemas pequeños”, llegará un momento en que se nos vayan de las manos y debamos arreglar desaguisados mayores, si es que para entonces tienen arreglo. Los cristianos, cada uno desde sus capacidades, hemos de ampliar nuestro compartir en todo lo que sea posible para paliar la pobreza que tenemos en el mismo seno de nuestras comunidades. Ya nos dijo Jesús que los pobres estarían siempre con nostoros. Pues hoy también; y ayer, hoy y siempre suponen una llamada a la solidaridad y al compartir si queremos llevar con dignidad el nombre de “cristianos”. Y, sobre todo, no dar la espalda a los niños y dejar que sean ellos los que acaben pagando los platos rotos de esta crisis injusta.
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