lunes, 28 de abril de 2008

LOS DINEROS DE LA IGLESIA


Pues conste que es un tópico y que no se ajusta a la realidad actual. Lo
de los dineros de la Iglesia ha sido siempre un argumento de las facciones
anticlericales de la sociedad, reminiscente de siglos pasados cuando el clero
disponía de recursos y riquezas mayores que el pueblo llano. Pero eso es, ya
digo, de otras épocas.


Un cura en España tiene una nómina de 700 euros. La señora que me
hace la limpieza en casa, por tres horas, me cobra 30 euros. Y una amiga mía
que trabaja en una empresa de limpieza a jornada completa, cobra algo más de
800. Afirmando y defendiendo toda la gran dignidad de su trabajo, sin embargo,
se trata de mano de obra no cualificada; como la de otro amigo mío que trabaja
de peón en una cadena industrial y percibe 1.400. Pero un sacerdote es un
licenciado, ha estudiado una carrera de seis años que le ha costado (más bien
a su familia) un esfuerzo y un dinero importante. Habría que comparar su
sueldo, pues, al de un médico, al de un abogado, al de un ingeniero, al de un
arquitecto, al de un profesor de enseñanza media. Otro amigo mío que es
enfermero (diplomado) y tiene mi edad, me decía hoy que se va a comprar
vivienda propia, pues ya lleva –dice- más de 20 años trabajados y cuenta con
unos ahorros. Son los mismos años que llevo yo, y para comprar un coche de
12.000 euros el año pasado, tuve que pedir a mi familia que me diera la mitad
porque yo no la tenía. De risa. Y un obispo tiene una nómina de 900€; tampoco
llega a mileurista.


En contra de lo que creen muchos, el Estado no sustenta a los curas.
Los sustentan las diócesis. Lo que el Gobierno da a la Conferencia Episcopal y
que ésta distribuye entre las diócesis, supone un 25% del presupuesto de la
Iglesia. Esto significa que, al momento presente, la Iglesia española se
autofinancia en un 75%; o, lo que es lo mismo: tres de cada cuatro euros que la
Iglesia destina a la sociedad proceden de sus fieles y de sus recursos. La
Iglesia española recibe un euro del Gobierno y dedica cuatro a la sociedad.
Porque el trabajo de los curas consiste en eso, en prestar servicio a la sociedad
mediante el cuto y los sacramentos, las catequesis, los servicios de caridad a
los pobres (comedores, albergues de transeúntes, guarderías...), la atención
personal a quienes necesitan ser escuchados, el consejo a quienes lo piden, la
ayuda a las familias (también económica), a inmigrantes, atención a
drogodependientes, a prostitutas, impartir charlas y cursos, la atención
espiritual a hospitales, prisiones, cofradías... Naturalmente, todo esto es posible
gracias a la colaboración de miles de personas que trabajan sin cobrar,
voluntarios sin sueldo ni compensación económica alguna que no sólo ahorran
gastos sino que producen para los demás lo que nadie más se lleva. Por aquí
van aquellas palabras de que “la fe mueve montañas”. Y es que no conozco a
nadie que pretenda hacerse rico trabajando en la Iglesia. A nadie.
Simplemente, no es posible, porque la Iglesia anda escasa de recursos en
comparación con toda la tarea que lleva entre manos. ONGs como Cáritas o
Manos Unidas, dependientes de la Iglesia Católica y con economías
autónomas, aumentan lo que la comunidad eclesial invierte de los fieles tanto
en España como en países más pobres que el nuestro.


Los recursos en la Iglesia se estiran al máximo y así logra realizar tareas
que, de otra manera, serían imposibles. Hemos comparado muchas veces los
recursos abundantes que emplea nuestra sociedad civil, que gasta muchísimo
en cosas que, con otra gestión, no cuestan ni la mitad. En la Iglesia, la
tendencia es a la inversa: hacer muchísimo con escasos recursos. En muchas
ocasiones, empresarios, concejales, políticos, ingenieros, nos han dicho que es
asombroso lo que hacemos con costes tan bajos. Y es que nuestro Maestro
multiplicó cinco panes y dos peces para cinco mil personas. Algo se tenía que
pegar.


Un tema recurrente para atacar a la Iglesia es el tesoro de su patrimonio.
Es verdad que es rico, pero su conservación y mantenimiento es fuente de no
pocas preocupaciones y gastos. Ante él sólo cabe aceptar la historia tal como
ha ocurrido e intentar mantener en el mejor estado posible lo que es algo más
que una cuestión material: expresión de la fe, la tradición, la cultura, el arte y
los sentimientos de muchas personas durante siglos. Y un dato importante a
tener en cuenta es que, en el momento actual, la Iglesia no aumenta su
patrimonio. Lo ha heredado de nuestros antepasados y no debe pasarlo a otras
manos, ni mediante venta ni por cesión, pues sería desacralizado, perdería su
función y la intención con que fue donado o construido.


Y ¿cómo no referirnos al dinero del Vaticano? Pues veréis: todos los
gobiernos dignos presentan cuentas de resultados a sus ciudadanos y éstos
pueden acceder a ellas y ver los capítulos de ingresos y gastos, al menos en
resumen. El Vaticano hace lo propio. Los publica cada año. Se pueden
encontrar en las hemerotecas y en Internet. Si a alguien le interesan de verdad,
que los consulte; están abiertos para todos. Pero las cifras no son tan grandes
como algunos, sin conocimiento por cierto, gustan decir. Los ingresos mayores
le vienen del turismo. Y entre los gastos se cuentan la ayuda a los países en
vías de desarrollo, el sostenimiento de misiones en muchas naciones, la ayuda
a instituciones de Naciones Unidas, a plataformas como Amnistía Internacional
y otras ONGs. Pero esos datos no suelen comentarse. Es verdad que el Papa
vive en un palacio, pero no es insolidario. El Papa y la Santa Sede ayudan con
sus recursos en muchísimos frentes del mundo. Lo que pasa también es que la
Iglesia tiene un marketing pésimo. No sabe comunicar lo que hace, crearse
buena prensa ante la opinión pública “vendiendo” su actividad apostólica y
caritativa, pues no hace alarde de sus actos. Y puede que sea mejor así, pues
si no sabe hacerlo es porque nunca se ha dedicado a ello. Su dedicación está
en dar a conocer el Evangelio de Jesucristo, y esa es su misión en el mundo.
Juzgue cada cual.


No obstante, muchas personas se dan cuenta de todo esto. Personas
que se informan y cuyas conciencias no son fácilmente manipulables por los
medios de comunicación y por los políticos interesados en denigrar a la Iglesia.
Lo que está pasando en España a este nivel, es pura ideología. Pero ideología
sin más. No se tiene en cuenta lo que hace ni lo que aporta. Ni hay un interés
en darlo a conocer ni en que se sepa la verdad. Desde los partidos de izquierda
(que deberían reconocer, alentar y apoyar toda la tarea social de la Iglesia), se
difama a la Iglesia por pura ideología; por ser de izquierdas, vaya; sin pensar
en las consecuencias que eso lleva ni si es bueno o no para los intereses del
país. De vergüenza. Cuando el partido en el poder (que se autodenomina socialdemócrata)
da instrucciones a sus afiliados, mediante boletines internos, de los pasos que
hay que dar para apostatar de la fe católica, no les informa de lo que la Iglesia
aporta a la sociedad española; pero tampoco les dice que se olviden de ser
padrinos de nadie o de que se les celebre un entierro cristiano. Porque eso lo
siguen pidiendo. Y les parece que así son muy progresistas.


Bueno, que ahora lo que el Estado dará como aportación a la Iglesia en
España procederá exclusivamente de las declaraciones de renta que
contengan la cruz en la casilla destinada a colaborar con la Iglesia Católica. El
que la ponga no paga más; simplemente, el Estado se compromete a dar, del
importe de sus impuestos, el 0,7% como asignación a la Iglesia. Y esto es todo.
Lo que salga de allí, llegará. Lo que no salga de allí no llegará. La Iglesia se
verá favorecida o perjudicada según el número de declaraciones que
contengan la cruz y según el volumen de impuestos que paguen esas
declaraciones. Y todo eso confiando en la honestidad del Estado a la hora de
declarar ante la Iglesia la veracidad de los datos de esta asignación de
impuestos. Es importante poner también la cruz en las declaraciones que
salgan a devolver; si devuelven sólo una parte, el 0,7 de lo retenido irá a la
Iglesia; si la devolución es por todo el importe, la cruz sirve para las
estadísticas. La cruz a favor de la Iglesia es compatible con la cruz para “otros
fines de interés social” (otro 0,7%). Es muy bueno poner las dos, pues, en ese
caso, el contribuyente está decidiendo el destino del 1, 4% de sus impuestos,
cosa que no es posible hacer en ningún otro campo.


Hasta este año, ponían la cruz para la Iglesia, más o menos, en una
declaración de cada tres, con tendencia a la baja. Veremos qué pasa en esta
campaña y las sucesivas, pero muchos no creyentes o no practicantes la
ponen porque reconocen y apoyan la labor social de la Iglesia en España.
Gracias a todos los que lo hacéis.

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